EN EL DESIERTOMuestra

LIBERTAD EN EL DESIERTO

En la Biblia, muchas veces el desierto fue el escenario donde Dios formó a Su pueblo y a grandes hombres y mujeres de fe. Allí reveló su propósito, les dio identidad y les mostró que aun en medio de la aridez, Él es suficiente para dar vida.

En este devocional descubriremos juntos cómo los desiertos en nuestra vida, esos tiempos de prueba, soledad o incertidumbre, no son finales vacíos, sino oportunidades para que Dios obre en nosotros.

La historia del pueblo de Israel en el Éxodo es una de las más impresionantes de toda la Biblia. Ellos habían vivido en Egipto por siglos. Al principio fueron bien recibidos gracias a José, hijo de Jacob, pero con el tiempo se convirtieron en esclavos, oprimidos y tratados con crueldad por miedo a su crecimiento.

En medio de esa esclavitud, Dios no se olvidó de su pueblo. Él levantó a Moisés, un hombre que había crecido en el palacio del faraón, pero que terminó en el desierto cuidando ovejas. Y fue ahí, en el desierto, donde Dios lo sorprendió. Moisés vio una zarza que ardía en fuego, pero que no se consumía. Ese momento fue el inicio de un nuevo propósito (Éxodo 3:1-14).

Dios le habló y le dijo que había visto la aflicción de su pueblo, había escuchado su clamor y conocía sus angustias. Nuestro Dios no es indiferente al dolor. Él lo ve, lo escucha y actúa. Así como levantó a Moisés para liberar a Israel, Él también tiene planes de libertad y propósito para tu vida.

La historia continúa con las 10 plagas en Egipto, cada una mostrando el poder de Dios sobre los dioses falsos. La más dura fue la muerte de los primogénitos, pero Dios protegió a su pueblo con la señal de la sangre del cordero en las puertas. Esa noche nació la Pascua, un recordatorio de que la sangre trae liberación.

Finalmente, el faraón dejó salir a los israelitas. Imagínate esa multitud caminando apresuradamente, guiados por Dios con una nube de día y fuego de noche. Pero el faraón se arrepintió y los persiguió con su ejército. Fue ahí, en el desierto, donde ocurrió uno de los milagros más grandes: el Mar Rojo se abrió para que el pueblo de Israel pasara en seco, y una vez que estaban a salvo, se cerró sobre los egipcios (Éxodo 14).

Dios cumplió su promesa: Israel ya no era esclavo, sino libre. Y aunque el camino por el desierto duró 40 años, ese tiempo fue parte del proceso: Dios los estaba formando y preparando para las grandes bendiciones que estaban por venir.

Así como Israel, tú también puedes haber pasado por “desiertos” en tu vida: esclavitudes, heridas, adicciones, miedos o cargas que te hacen sentir atrapado. Pero Dios quiere mostrarte que no eres esclavo, sino libre en Cristo. El desierto que enfrentas no es un castigo, sino un espacio de preparación y transformación. Ahí Dios te dará identidad, propósito y te recuerda que Su plan es llevarte a una vida con Él por la eternidad.

Oración: “Señor, gracias porque me ves, me escuchas y conoces mis angustias. Hoy decido creer que tienes un plan de libertad y propósito para mi vida. Así como liberaste a tu pueblo de Egipto, libérame de todo aquello que me ata. Enséñame a confiar en Ti en cada paso del camino, aun en mis desiertos. En el nombre de Jesús, amén.”

Para meditar:

Éxodo 3:7-8 (RVR1960) "7 Bien he visto la aflicción de mi pueblo… 8 y he descendido para librarlos… y sacarlos a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel."

Juan 8:36 (RVR1960) "36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres."