Adorar con libertad y verdad

Cuando el arca entraba a Jerusalén, David danzaba con todas sus fuerzas delante de Dios, vestido solo con un efod de lino (2 Samuel 6:14). No lo hacía para lucirse, sino para honrar a Dios con alegría. Mical, su esposa, lo menospreció al verlo danzar y lo acusó de comportarse sin decoro. Pero David respondió: “Fue delante de Jehová” (2 Samuel 6:21RV60).

Esto nos recuerda que la adoración verdadera no se trata de agradar a los hombres, sino de rendirnos con sinceridad ante Dios.

Piensa en una boda. Nadie baila con vergüenza frente a su amado, porque el amor libera del temor al qué dirán. Así mismo, cuando amamos a Dios, adoramos sin reservas. Jesús dijo: “El Padre busca adoradores en espíritu y en verdad” (Juan 4:24 RV60).

La adoración no es un espectáculo. El Salmo 33:1–3 nos dice que es hermosa en los íntegros, es decir, en quienes viven en coherencia entre lo que cantan y lo que hacen. No se trata de voces afinadas o luces espectaculares, sino de corazones rendidos.

Hoy decide adorar a Dios con libertad y verdad. No te preocupes por las críticas. Recuerda: el único público de tu adoración es Dios.

Padre, quiero adorarte con todo mi corazón, sin reservas ni apariencias. Que mi adoración no sea un espectáculo vacío, sino un reflejo de amor sincero hacia ti. Amén.