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Día 4: El Corazón: La casa de la fe

Luego de haber traído claridad a los canales externos, ahora vamos a iluminar el lugar donde la fe se posa: El corazón. La Palabra dice que es engañoso; por eso, nos insta a guardarlo porque de él brota la vida.

Es fundamental entender que en el hebreo, Corazón (lev o levav) no alude solo al órgano físico, sino al núcleo de la vida humana: el espacio donde se gestan la voluntad, el discernimiento y las decisiones. Tenemos dos opciones: obedecer al corazón que se desvía, o a Dios. La realidad es que debemos revisarlo todos los días.

El salmista dijo: “Examina mi corazón" (Salmo 139:23). Esta es una oración valiente, porque si la hacés, prepárate para que Dios te muestre tus verdaderas intenciones. Esto duele, pero es un proceso necesario para tener un corazón puro con intenciones correctas. Te animo a hacer esta oración de entrega total:

Oración: Dios, examina mi corazón. Muéstrame lo que no estoy viendo en mí. No permitas que mi corazón se desconecte del cielo. Entiendo que la fe no es emocional ni racional. Por eso, me rindo por completo. Toma mi vida, toma mi corazón. Pertenezco a Ti, Jesús. Amén.