Protege Tu FeMuestra

Lo que un niño escucha en sus primeros años no solo se convierte en recuerdos, sino en estructuras neuronales que moldean su autoconcepto. Cada palabra se graba en su memoria.

Así como Dios creó el mundo con Sus declaraciones, ese mismo poder creativo está en nosotros. La lengua es el órgano más pequeño, pero a la vez, el más poderoso de todo el cuerpo. Tenemos el privilegio y la responsabilidad de bendecir (hablar bien) o maldecir (hablar mal). Cada palabra de amor edifica, mientras que cada palabra de temor la destruye.

En Isaías 6, el profeta ve al Señor y lo primero que reconoce es la impureza de sus labios. Dios no tocó su mente ni su corazón, sino sus labios, demostrando la prioridad de nuestra palabra. Debo hacerte una pregunta honesta: Si pudieras comerte tus palabras, ¿te nutrirías o te envenenarías?

Oración: Padre, me arrepiento sinceramente porque mis palabras han fallado. Perdóname por hablar mal o maldecir sin intención, dejando que el miedo condicione mi boca. Te ruego que me llenes de Tu amor y que Santifiques mis labios para que lo que salga de mí sea siempre una fuente de vida y edificación para los demás. Amén.