El amor que transformaMuestra

Cuando el amor se hace visible

Hoy nos encontramos con una verdad que estremece: nadie puede conocer verdaderamente a Dios si no lo ve reflejado en la vida de quienes le pertenecen.

El mismo Dios que comenzó su obra redentora en Cristo desea ahora completarla en nosotros y por medio de nosotros. Así como Jesús hizo visible al Padre en este mundo, tú y yo hemos sido llamados a hacer lo mismo. Y el amor no es un adorno en este llamado: es el camino, el medio y la señal inconfundible de su presencia.

Pero seamos honestos: amar no es fácil en un mundo que exige, consume y agota. Cada día somos arrastrados por expectativas, ritmos frenéticos y mil voces que compiten por nuestra atención. En ese torbellino, decir que amamos a Dios sin amar al prójimo es como apagar una lámpara y pretender que alumbra. El amor a Dios no puede divorciarse del amor al otro. Si fallamos en amar al prójimo, también estamos fallando en amar a Dios.

Entonces, ¿quién puede amar así? ¿Quién puede cumplir con este mandato sin caer en desesperanza?

Aquí es donde Juan da un giro que transforma todo temor en confianza: “Dios es amor. El que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él”. No se trata de que tú tengas fuerzas para amar, sino de dejar que el Dios que te habita ame a través de ti. No se trata de una carga que debas llevar, sino de una presencia en la que debes habitar. Permanecer en aquel que te amó primero es el secreto del amor que no se agota.

El amor que fluye de Dios hacia ti no se detiene en ti, sino que sigue su curso hacia el mundo. Es un río que no se puede contener. Y cuando permites que ese amor circule libremente, algo glorioso sucede: el mundo ve a Dios. No un concepto, no una religión, no un discurso… sino a Dios mismo encarnado en gestos, palabras y actos de amor sincero.

Hoy, más que nunca, el mundo necesita ver a Dios. Y tú eres su carta abierta. Que su amor en ti sea tan real, tan vivo, tan transformador, que no haya forma de negar quién habita en tu interior.

Porque él es amor. Y donde hay amor, Dios está presente.

Oración

Señor, reconozco que muchas veces me cuesta amar como tú me amas. Pero hoy decido permanecer en ti, la fuente de todo amor verdadero. Enséñame a reflejar tu corazón en cada palabra, en cada gesto, en cada relación. Que al habitar en tu presencia, mi vida se vuelva testimonio vivo de que tú eres amor.

En el nombre de Jesús.
Amén.