El amor que transformaMuestra

Oraciones que nacen del amor obediente

En el pasaje de hoy, Juan nos revela el camino para que nuestras oraciones no caigan al suelo, sino que lleguen al cielo y reciban respuesta. ¿La clave? Amar. No de palabra, sino de verdad. Si aceptamos el llamado a amarnos unos a otros, no lo haremos por simple esfuerzo humano, sino por la fuerza de Cristo que vive en nosotros. Él es quien hace posible lo imposible: que corazones endurecidos se vuelvan de carne, que manos cerradas aprendan a dar.

El texto de hoy nos muestra dos verdades esenciales.

Primera, la dirección de nuestras oraciones: estas no deben girar en torno a nuestros caprichos, sino nacer del amor. El amor es el filtro que alinea nuestras súplicas con el corazón de Dios. Cuando amamos como Cristo ama, nuestras peticiones ya no son egoístas, sino que reflejan su voluntad. Y todo lo que pidamos con ese corazón, nos será concedido. El amor abre la ventana de los cielos.

Segunda, la decisión: amar es una elección, no una emoción pasajera. Dios no fuerza tu voluntad. Él te invita a decidir, y cuando tú eliges obedecer, él te equipa. Su Espíritu te llena, su poder te capacita y su gracia te sostiene. No estás solo en este llamado.

Cuando una persona decide vivir así, amando con hechos y en verdad, está demostrando que el Espíritu Santo no solo habita en ella, sino que fluye a través de ella. Esa vida no es estéril ni aburrida; es una vida vibrante, llena de frutos eternos, una vida que exhala el perfume de Cristo al mundo.

Hoy puedes tomar la dirección correcta. Y si eliges amar, Dios te dará todo lo que necesitas para permanecer en él. Porque quien permanece en el amor, permanece en Dios. Y esa vida nunca será en vano.

Oración

Espíritu Santo, enséñame a orar desde el amor y no desde el ego. Que mi fe sea visible en todos mis actos, no solo en palabras. Dame valentía para amar donde hay indiferencia, y haz de mi vida un canal donde tú puedas fluir.

En el nombre de Jesús.
Amén.