Piedras con propósitoMuestra

Día 1. Piedra de tropiezo

En ocasiones, al escuchar los problemas de un familiar o amigo, hablamos o aconsejamos sin detenernos a orar ni buscar la voluntad de Dios. Sin darnos cuenta, podemos convertirnos en piedra de tropiezo para otros.

Esto mismo le sucedió a Pedro cuando Jesús anunció su muerte. “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en la de los hombres.” (Mateo 16:21-23, RVR1960).

Más adelante, Jesús nos advierte: “Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. (...) ¡Ay del mundo por los tropiezos! Porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo!” (Mateo 18:6-7, RVR1960).

Jesús nos llama a examinar nuestro corazón y quitar de raíz todo lo que pueda estorbar nuestra vida y la fe de otros. Nuestras palabras, actitudes o acciones pueden ser un puente hacia Cristo o un muro que aleja.

Aplicación:

Hoy, antes de hablar o actuar, pregúntate: “¿Esto acerca o aleja a alguien de Cristo?”. Si reconoces que fuiste tropiezo, da el paso de pedir perdón y restaurar la relación.

Oración:

Señor, examina mi corazón. Quita todo lo que sea tropiezo y hazme un puente que conduzca a otros hacia ti. Amén.