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Día 2 — Descansar mientras esperas
"Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados; yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas." Mateo 11:28-29 (NVI).
A veces descansar en Dios suena fácil en teoría, pero difícil en la práctica. Me he dado cuenta de que mi mente no descansa cuando cree que todavía falta algo: cuando pienso en todo lo que no tengo, en lo que aún no he alcanzado, en lo que quiero ver cumplido. Es como si siempre hubiese una lista interminable de pendientes que me impiden respirar en paz. Pero cuando vuelvo a la Palabra, me encuentro con una verdad que me sacude: el descanso verdadero no depende de lo que me falta, sino de lo que ya fue hecho en Jesús.
Jesús, al morir en la cruz, pronunció dos palabras que cambiaron todo: “Consumado es” (Juan 19:30 RVR1960). Con esas palabras declaró que la obra estaba terminada: la salvación asegurada, el pecado vencido, la muerte derrotada. ¡Ya no hay nada que yo deba añadir para completar la victoria! Ese es el fundamento de mi descanso: saber que todo lo esencial ya fue resuelto en la cruz.
Hebreos 4 me recuerda que entrar en el reposo de Dios no es un esfuerzo más, sino un acto de fe. Descansar no significa ser pasivo, sino creer activamente que lo eterno ya está asegurado y que lo temporal no tiene la última palabra. En otras palabras: no se trata de lo que falta, sino de lo que ya fue ganado.
Cuando pienso en esto, mi perspectiva cambia. Mi ansiedad suele nacer cuando me enfoco en lo que todavía no veo: esa oración que aún no tiene respuesta, ese sueño que parece tardar, ese anhelo que sigo esperando. Pero el descanso en Jesús me invita a levantar la mirada a lo eterno. No se trata solo de confiar en que Dios resolverá mis asuntos aquí en la tierra, sino de recordar que en la eternidad mi historia ya tiene un final seguro: victoria, vida eterna, redención completa. Esa certeza se convierte en un ancla que me sostiene en medio de cualquier dificultad.
Y es ahí donde mi corazón encuentra calma. Puedo dejar de aferrarme a mis propios intentos, porque así como Dios reposó de sus obras al terminar la creación, yo también puedo reposar al confiar en la obra consumada de Jesús. El descanso no es solo una promesa futura, es una realidad presente cuando vivo desde esa verdad eterna.
Descansar también nos enseña a soltar nuestras emociones. La fe madura no se mide por lo que sentimos, sino por nuestra decisión de mantenernos firmes, conscientes de que Dios actúa incluso en lo invisible. Mientras descansamos, dejamos que Su gracia haga lo que nuestras manos no pueden. Entrar en este descanso es un acto de obediencia y un paso hacia la verdadera paz que sobrepasa todo entendimiento (Hebreos 4:10-11 NVI).
Aplicación: Hoy quiero invitarte a hacer una pausa y preguntarte:
¿En qué áreas de tu vida sigues creyendo que “falta algo” para tener paz?
¿Qué pasaría si, en lugar de enfocarte en lo que falta, decides descansar en lo que ya está consumado en la cruz?
- Entrégale a Dios esas áreas de tu vida donde estás agotado(a), confiando en Su tiempo y en Su obra.
- Haz una pausa consciente: respira, medita en Su palabra y permite que Su paz llene tu corazón.
-Suelta el control y las emociones, creyendo que Su gracia actúa donde tu esfuerzo no alcanza.
Cuando descansamos en esa verdad, no significa que todos nuestros problemas desaparezcan, pero sí que nuestra alma encuentra un lugar seguro donde reposar. Porque el descanso verdadero no es simplemente soltar mis cargas… es recordar que ya no tengo que cargar con ellas, porque Jesús ya lo hizo por mí.
Oración:
Señor, gracias porque en la cruz declaraste que todo estaba consumado. Perdóname cuando creo que aún falta algo para vivir en paz o cuando me afano pensando que todo depende de mí. Enséñame a entrar en Tu reposo, a confiar en la victoria que ya ganaste y a vivir cada día con la seguridad de que lo eterno ya está asegurado. Amén.
Acerca de este Plan

Este devocional nace de mi propia historia: noches de preguntas sin respuestas, puertas cerradas y desafíos imposibles. En medio de todo comprendí que confiar en Dios no cambia de inmediato las circunstancias, pero sí transforma el corazón. A través de estas reflexiones quiero invitarte a caminar conmigo en un viaje de fe donde aprenderemos a descansar en Su gracia, perseverar en Su voluntad y mantener viva la esperanza. Mi oración es que reconozcas Su fidelidad, experimentes Su paz y creas que, más allá de lo visible, Él está obrando.
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Nos gustaría agradecer a Diana Guerra por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/dianacguerran?igsh=MTlsM2E2Mzl6aTZ6Yg==&utm_source=qr