Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

El Pelo Vuelve a Crecer - La Historia No Conocida De SansónMuestra

El Pelo Vuelve a Crecer - La Historia No Conocida De Sansón

DÍA 4 DE 4

Lo que vimos es un poco extraño. Sansón obviamente sabe que le dijo la verdad a Dalila, y debería haber sabido al despertarse que ella le había cortado el pelo. Sin embargo, el texto dice que pensó: “Me voy a escapar como las otras veces”.

Sansón supuso que la fuerza todavía estaría sobre él, incluso si le afeitaban la cabeza. Y tenía sentido que pensara eso: ¿por qué no iba a estar la fuerza? ¿Acaso porque rompió el voto nazareo al afeitarse el cabello? Sansón ya lo había roto tiempo atrás: al tocar el cuerpo muerto del león y al ofrecer el banquete en su casamiento, que era, literalmente, una fiesta para alcoholizarse por días.

La frase clave es: “me voy a escapar como lo hice todas las veces anteriores”. Hemos leído juntos su vida y vimos que no importaba lo que hacía: si obedecía la ley de Dios o no, si respetaba su voto nazareo o no, Dios siempre le había dado fuerza. ¿Acaso ahora había algo diferente?

Es muy extraño que Sansón no huyera después de revelar la verdad a Dalila. El texto dice que se fue a dormir sobre las rodillas de ella. ¿Por qué hizo eso? Porque claramente no creía que su pelo o su voto nazareo fueran la fuente de su fuerza. Sansón pensaba que esa fuerza era suya, que no importaban sus decisiones ni cómo viviera: nunca la perdería.

No solo era un autoengaño, sino un error teológico. Sansón era incapaz de ver que dependía de la gracia de Dios. Creía que su fuerza era un derecho, algo que nada ni nadie podía arrebatarle. No lo veía como un don.

Los filisteos también pensaban que la fuerza de Sansón era mágica. Creían en las cuerdas, las sogas y el pelo trenzado. Pensaban que el poder dependía de elementos externos, de trucos. Si todo se hacía bien, el truco funcionaba. Sansón pensaba igual que ellos: que la fuerza venía sin reglas, mientras que los filisteos suponían que debía hacer algo para mantenerse fuerte. Pero el poder de Dios es diferente: viene de nuestra relación con Él, de una relación interna. No existe poder sobrenatural sin conocer al Dios sobrenatural en intimidad.

No importaba el pelo de Sansón. Lo crucial es que el Señor lo había abandonado. El texto no nos dice por qué Dios decide hacerlo ahora y no en otros momentos en que Sansón rompió su voto nazareo. Solo sabemos que la fuerza le fue quitada.

Los filisteos lo capturaron, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza, donde lo encadenaron a un molino en la cárcel. Sansón ahora era débil como cualquier hombre. Por primera vez, un juez de Dios era derrotado.

Pero después de ser rapado, su cabello comenzó a crecer. Sí, el pelo crece. Los filisteos lo dejaron crecer, probablemente pensando que una vez cortado, el voto terminaba para siempre. Esto demuestra que entendían mal al Dios de Sansón: la fuerza no venía del voto, sino del Dios que recibía esos votos. Sansón había sido nazareo desde su nacimiento hasta su muerte, y el abandono de la fuerza fue temporal, parte del propósito de Dios. La promesa se cumpliría aunque él despreciara su llamado. Esto es la gracia abundante: Dios es fiel incluso cuando nosotros fallamos.

Los filisteos conocían dioses condicionales, sujetos a magia o sacrificios. El Dios de la Biblia es diferente: es un Dios de gracia, fiel aun cuando somos infieles.

Los líderes filisteos se reunieron para celebrar y ofrecer sacrificios a Dagón, diciendo: “Nuestro dios puso en nuestras manos a Sansón, nuestro enemigo”. El pueblo también lo celebraba. En el momento de mayor alegría, pidieron: “¡Que traigan a Sansón! ¡Vamos a divertirnos con él!”. Lo sacaron de la cárcel, lo pusieron entre las columnas del templo y todos se burlaban de él. Parecía que su dios había ganado.

Sansón pidió al joven que lo guiaba: “Acércame a las columnas que sostienen el templo. Déjame apoyarme en ellas”. El templo estaba lleno; unas tres mil personas observaban cómo era objeto de burla. Sansón estaba ciego, no veía nada, pero sabía que estaba en el lugar correcto. Por segunda vez en todo el relato, hizo una oración a Dios, pidiendo que le devolviera la fuerza para un acto heroico y de autosacrificio.

Clamó: “Señor mi Dios, acuérdate de mí, y dame fuerzas, aunque sea por última vez, para vengarme de los filisteos que me dejaron ciego”. Hasta ese momento, siempre había creído que la fuerza era suya. Ahora, ciego y débil, reconocía: “Señor, acuérdate de mí”.

Sansón asió las columnas centrales del templo, se apoyó con todo su peso y exclamó: “¡No me importa morir junto con los filisteos!”. No sabía si Dios escucharía su oración. Con una fuerza sobrenatural recorriendo sus brazos, el juez débil y ciego ofreció su último grito de guerra: “¡Muera yo con los filisteos!”.

Empujó las columnas y, poco a poco, comenzaron a ceder. Supo que Dios lo había escuchado. Con un esfuerzo titánico, derribó el templo sobre los líderes y todo el pueblo. Así, al morir, mató más gente de la que había vencido en vida. Dios le devolvió la fuerza en su último momento. El instante más importante y más fiel de su vida fue su muerte. Allí cumplió lo prometido al ángel que anunció su nacimiento.

Sansón fue el campeón más grande en fuerza, pero un hombre con enormes pecados. ¿Por qué se incluye su historia? Porque sus defectos y su nacimiento milagroso apuntan a una verdad fundamental: el pueblo necesitaba un libertador mayor. Sansón murió y fue sepultado. Pero siglos después, en Belén, nació el verdadero Libertador: Jesús.

Jesús no vino con fuerza bruta, sino con mansedumbre, sabiduría y el poder del Espíritu. Lo que Sansón no pudo hacer —liberar el corazón del pueblo—, Jesús sí lo logró. Sansón venció enemigos externos; Jesús, los eternos. Sansón murió por sus pecados; Jesús murió sin pecado por nosotros. Sansón rompió cadenas de hierro; Jesús rompe cadenas del alma: culpa, temor, soledad, orgullo, desesperanza.

Jesús es todo lo que Sansón no fue: fiel donde Sansón falló, puro donde él se contaminó, humilde donde fue arrogante, obediente hasta la muerte donde Sansón hizo su voluntad. Sansón logró una victoria momentánea; Jesús se entregó por los suyos. Sansón murió y quedó en la tumba; Jesús resucitó, vive, reina y regresará. Sansón fue un eco; Jesús, el cumplimiento final.

Quizás hoy te sientas como Sansón: derrotado, vacío, encadenado por tus decisiones. Quizás perdiste visión, claridad y rumbo. Pero el pelo volvió a crecer. ¿Recuerdas ese detalle? Incluso en la oscuridad, la gracia de Dios sigue obrando. Aunque no lo veas ni lo sientas, Dios no ha terminado con tu vida.

Hoy Jesús te llama. No a ser más fuerte, sino a ser más débil delante de Él. A rendirte por completo. ¿Hasta cuándo confiarás en tu fuerza, tus planes, tus estrategias? Si Él pudo redimir la historia de Sansón y usar a alguien quebrado para comenzar una liberación, imagina lo que puede hacer con tu historia rendida.

Oración final:
Querido Señor, tú eres el Dios que cambia las historias y nos hace más que vencedores. Ayúdame a caminar en tus planes, en el propósito que tienes para mi vida. Redime mi historia, transforma mi corazón.

Escrituras

Acerca de este Plan

El Pelo Vuelve a Crecer - La Historia No Conocida De Sansón

Te sientes atrapado, como si el pecado tuviera la última palabra. Sansón también pensó que su historia había terminado… hasta que Dios escribió un final inesperado. Este plan es para ti, que piensas que ya es tarde. Descubre que, incluso en las ruinas, la verdad del Evangelio siempre puede dar un giro a nuestra vida.

More

Nos gustaría agradecer a Jonatan López por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/jonatanlopez._