El Pelo Vuelve a Crecer - La Historia No Conocida De SansónMuestra

Si hoy pensamos en la palabra juez, probablemente se nos vengan a la mente imágenes de tribunales o cuestiones legales. Imaginamos a un juez como alguien que toma decisiones en un caso, quizás al estilo de la serie La Ley y el Orden: túnica negra, martillo en mano, presidiendo un tribunal.
Pero esos jueces no se parecen en nada a los que aparecen en la Biblia. En el Antiguo Testamento, después de los días de Moisés y Josué, y antes del reinado de Saúl y David, los israelitas fueron protegidos, guiados y gobernados por varios jueces. El concepto era más amplio: un juez era, sobre todo, un libertador levantado por Dios para rescatar a su pueblo de la opresión.
El término hebreo que traducimos como “juez” también significa “salvador” o “libertador”. No eran expertos en leyes, sino guerreros con ciertas destrezas militares, llamados por Dios para gobernar y conducir. Así vivió Israel durante casi 350 años: bajo el liderazgo de jueces puestos por el Señor.
Lo último que leemos antes de la muerte de Josué, en el capítulo 24 de su libro, es clave. Josué reúne a todas las tribus de Israel en Siquem —un lugar cargado de historia— y proclama: Así dice Jehová. Cuando algo comenzaba de esa manera, quedaba claro que era palabra profética, inspirada por el Espíritu de Dios. Josué les recuerda: Yo los saqué de la esclavitud, pero todavía guardan ídolos en sus casas. Elijan hoy a quién quieren servir.
El pueblo responde: Jamás abandonaremos al Señor. Él nos sacó de Egipto. Nunca le daremos la espalda.
Josué insiste: "¿De verdad lo aseguran con su palabra?". Y ellos confirman: "Sí, lo afirmamos". Luego Josué reparte tierras… y muere. Así termina el libro de Josué.
Pero apenas comienza el libro de Jueces, todo se oscurece. Israel desobedece: no expulsa a los pueblos paganos de la tierra prometida, y con eso empieza la mezcla de idolatría e inmoralidad. Toleraron lo que Dios les había dicho que no toleraran.
Comienza entonces la decadencia de Israel. El mismo ciclo se repite una y otra vez: desesperación, clamor en medio de la aflicción, y un juez levantado por Dios para liberarlos. Entre ellos estuvieron Otoniel, Aod, Samgar, Débora (junto a Barac), Gedeón, Tola, Jair, Jefté, Ibzán, Elón, Abdón, Sansón, Elí y Samuel. Ninguno llegó al cargo por herencia ni por elección popular, sino por el llamado soberano de Dios.
En este plan nos vamos a detener en la vida de uno de ellos, una figura popular tanto en la escuela dominical como en la cultura general. Nuestro “Superman” bíblico. Me refiero, por supuesto, a Sansón.
La historia comienza con Manoa, de la tribu de Dan, y su esposa —cuyo nombre nunca se menciona—. A ellos se les aparece el ángel del Señor, señal de que Dios ya estaba iniciando su plan para salvar a Israel de los filisteos. Sansón sería el único juez elegido por Dios incluso antes de nacer.
La esposa de Manoa era estéril, pero el ángel le promete un hijo bajo el voto nazareo. Este voto, descrito en Números 6, significaba “separación” y tenía tres estipulaciones:
- No cortarse el cabello.
- No consumir nada de la vid, con o sin alcohol.
- No tocar cadáver alguno.
El voto nazareo era voluntario y por tiempo limitado: una manera de buscar a Dios en momentos decisivos. Pero en el caso de Sansón no fue así: fue consagrado de por vida, aun antes de nacer, por decisión de Dios.
Cuando nació, su madre lo llamó Sansón, que significa “solcito, hijo del sol”. El nombre revela la confusión espiritual de aquel tiempo: Israel no había rechazado totalmente a Dios, pero había mezclado su fe con prácticas paganas. Para los cananeos, el sol era una deidad.
La Biblia dice que el Señor bendecía a Sansón y que el Espíritu comenzó a manifestarse en él. Era un niño concebido milagrosamente, escogido, apartado y lleno de ventajas espirituales. El último juez que aparecería en el libro, la última gran esperanza de Israel.
Pero cuando llegamos al capítulo 14, todo cambia. La decepción comienza. Mañana veremos que estamos frente al personaje más imperfecto de todo el libro de Jueces: un hombre violento, impulsivo, adicto al sexo, inmaduro, egoísta. Lo que más nos inquietará será notar que, aun en medio de sus arrebatos de orgullo, enojo y rencor… el Espíritu de Dios descendía sobre él.
Escrituras
Acerca de este Plan

Te sientes atrapado, como si el pecado tuviera la última palabra. Sansón también pensó que su historia había terminado… hasta que Dios escribió un final inesperado. Este plan es para ti, que piensas que ya es tarde. Descubre que, incluso en las ruinas, la verdad del Evangelio siempre puede dar un giro a nuestra vida.
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Nos gustaría agradecer a Jonatan López por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/jonatanlopez._









