Día 1: Bienvenido a la sala de espera.

Reflexión:

Todos pasamos por momentos en los que sentimos que nada se mueve. Oramos, creemos, esperamos… pero no vemos lo que anhelamos. Es frustrante, ¿verdad? Sin embargo, hay un lugar donde Dios trabaja en silencio: Su sala de espera.

En esta sala no hay relojes, solo confianza. Dios no está apurado. Él no improvisa. Aunque muchas veces queremos respuestas inmediatas, Dios se toma su tiempo porque está más interesado en nuestra formación que en nuestra comodidad. En esa espera nos prepara, nos alinea y nos moldea.

Lo interesante es que, como en la sala de espera de un hospital, no somos los únicos allí. Hay otros esperando. Y, a veces, ver lo que Dios está haciendo en otros puede traer consuelo o puede intensificar nuestra impaciencia. Pero cada proceso es único. Tu turno llegará.

Dios nunca está ausente. Aunque parezca que no pasa nada, Él está actuando tras bambalinas. Como en la historia de Marta y María con Lázaro (Juan 11), Jesús parecía llegar tarde… pero en realidad llegó justo a tiempo para mostrar Su gloria.

Hoy quiero invitarte a aceptar la sala de espera de Dios no como castigo, sino como parte de tu proceso de maduración. Dios no se ha olvidado de ti.

Acción del día:

Haz una lista de las cosas por las que estás esperando y ora: “Señor, no quiero salir de esta sala sin aprender lo que Tú quieres enseñarme.”