Devocional Octubre "Lámpara a Mis Pies"Muestra

“Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincia, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego. Cuando oí estas palabras me senté y lloré, e hice duelo por algunos días, y ayuné y oré delante del Dios de los cielos” (Nehemías 1:3-4 RVR1960).

Nehemías acababa de recibir una noticia que lo sacudió, los muros de su ciudad amada Jerusalén estaban derribados y sus puertas quemadas a fuego. ¿Qué hizo Nehemías al recibir una noticia que no esperaba?

Se sentó, lloró, hizo duelo por algunos días, ayunó y oró delante del Señor.

Está bien sentarse y llorar al recibir una noticia inesperada, lo que Nehemías no permitió fue quedarse en ese estado, él llevó su tristeza y su dolor al lugar correcto, él se humilló de la mejor forma (Ayuné y oré).

Cuando no sabes qué hacer, lo mejor es humillarte delante de Dios. El ayuno y la oración son el mejor remedio en momentos de incertidumbre y dolor.

Fue a través de la auto humillación que Nehemías pudo:

1. Recordar la grandeza de Dios.

“Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos” (Nehemías 1:5 RVR1960).

Nehemías recordó que el Señor es Jehová el Dios de los cielos, y luego comienza a mencionar y declarar los atributos de Dios: Fuerte, grande, temible, que guarda su pacto y la misericordia a los que le aman.

2. Reconoció los pecados de él y del pueblo.

“En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo” (Nehemías 1:7 RVR1960)

La humillación te lleva a verte como Dios te ve, Nehemías pudo ver que los muros y las puertas de Jerusalén estaban en ese estado no porque Dios lo quisiera, sino porque el pueblo se había corrompido en gran manera, todo era fruto del pecado de ellos mismos. Nehemías tomó su lugar y pudo levantar una intercesión a través de la confesión de pecados.

3. Reclamó la promesa de Dios.

“Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusiereis por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre” (Nehemías 1:8-9 RVR1960)

Nehemías se aferró a lo que decía la Palabra de Dios, que si se volvían a Él de todo corazón, Él se volvería a ellos.
Aprendamos de Nehemías: Humillémonos, arrepintámonos y reclamemos las promesas de Su Palabra para nosotros.