La gracia del perdónMuestra

Perdonarse a sí mismo

A veces, el perdón más difícil de dar es el que debemos darnos a nosotros mismos. Podemos haber aprendido a perdonar a otros, pero seguimos cargando con la culpa de nuestros errores pasados. Nos castigamos con pensamientos de remordimiento y vergüenza, sintiéndonos indignos del perdón de Dios. Sin embargo, Dios ya nos ha perdonado, y no quiere que vivamos bajo el peso de la culpa.

El Salmo 103:8-10 nos recuerda que Dios es compasivo y no nos trata conforme a nuestras faltas. Si Él nos ha perdonado, ¿por qué insistimos en seguir castigándonos?

Muchas veces nos aferramos al pasado porque sentimos que si nos perdonamos, estamos minimizando lo que hicimos. Pero el perdón no borra las consecuencias de nuestros actos, sino que nos permite avanzar sin vivir atados al error.

El enemigo busca recordarnos nuestras fallas para hacernos sentir indignos, pero Dios no nos define por nuestro pasado. En 2 Corintios 5:17, la Biblia nos dice que somos nuevas criaturas en Cristo. No importa qué hicimos antes; en Jesús, recibimos una identidad nueva y una segunda oportunidad.

Si Dios, que es perfecto, nos ha perdonado, ¿quiénes somos nosotros para no hacerlo? No podemos aferrarnos a la culpa y al mismo tiempo recibir Su gracia. Perdonarnos a nosotros mismos es un acto de obediencia, un reconocimiento de que la obra de Cristo en la cruz es suficiente.

Aceptar el perdón de Dios no significa ignorar el pasado, sino permitir que Él lo redima y lo use para bien. A veces, lo que más nos pesa no es lo que hicimos, sino lo que dejamos de hacer. Pero en Dios, siempre hay una oportunidad para empezar de nuevo.

Aplicación práctica:

Escribe una oración entregando tu culpa a Dios. Declara en voz alta que aceptas Su perdón y decides soltar el peso del pasado.