Afilando mi espadaMuestra

Pablo en el capítulo 9 de segunda de corintios, inicia señalando que no es necesario escribirles sobre la contribución que han prometido, ya que sabe que los corintios están deseosos de ayudar. Pablo enfatiza que su intención no es simplemente recaudar fondos, sino fomentar una actitud de generosidad que refleje la gracia de Dios en sus vidas.

Pablo también destaca el principio de siembra y cosecha, afirmando que quien siembra escasamente, cosechará escasamente, mientras que quien siembra generosamente, cosechará generosamente. Este principio no se limita a lo material, sino que abarca también la vida espiritual y la alegría que se encuentra en el dar. Él alienta a los corintios a dar con un corazón dispuesto y alegre, recordándoles que Dios ama al dador alegre.

Durante la lectura de este capítulo, considera cómo Pablo no solo habla de la contribución material, sino de la actitud de generosidad que refleja la gracia de Dios, recordándonos que nuestras siembras, tanto materiales como espirituales, tienen un impacto eterno.

El principio de siembra y cosecha nos desafía a considerar las implicaciones de nuestras decisiones de dar. Cada vez que elegimos ser generosos, estamos invirtiendo en el reino de Dios. ¿Qué estamos dispuestos a sembrar? ¿Nuestro tiempo, recursos o habilidades? Es en esta siembra donde encontramos una abundante cosecha, no solo en el ámbito material, sino también en nuestro crecimiento espiritual y en nuestras relaciones con los demás.

Al dar con alegría, no solo estamos satisfaciendo necesidades, sino que también estamos participando en la obra de Dios en la vida de otros. Nuestras acciones pueden tener un impacto significativo en la comunidad, llevando a que más personas conozcan la gracia de Dios. La generosidad, entonces, se convierte en un testimonio poderoso que glorifica a Dios y promueve un ciclo de agradecimiento.