Afilando mi espadaMuestra

Después de leer el capítulo podemos estar llenos de fuerza y esperanza. Pablo nos recuerda que no estamos bajo condenación, no por nuestros méritos sino porque estamos en Cristo. Esta es una verdad transformadora. No importa cuánto hayamos fallado o cuán imperfectos nos sintamos, Dios nos ve a través de la obra redentora de su Hijo. La condenación ha sido removida y en su lugar, hemos recibido gracia, misericordia y perdón. Vivir según la carne lleva a la muerte, pero vivir según el Espíritu nos lleva a la vida y la paz. ¿Estamos permitiendo que el Espíritu de Dios nos guíe en nuestras decisiones diarias? ¿Confiamos en que Dios está obrando en nosotros para su propósito incluso en medio de las dificultades?

Romanos 8 también nos asegura que como hijos de Dios no estamos solos en nuestras luchas. El Espíritu Santo intercede por nosotros cuando no sabemos cómo orar y Cristo intercede por nosotros ante el Padre. Esta relación íntima con Dios nos da la confianza de que nada puede separarnos de su amor. Ni las circunstancias más difíciles ni nuestras peores batallas pueden alejarnos de la certeza de que Dios nos ama profundamente y nos sostiene en su gracia. ¿Vives con esta seguridad hoy? Que la realidad de la obra del Espíritu en tu vida te dé paz, gozo y una confianza renovada en su plan para ti.