Afilando mi espadaMuestra

Existe una lucha que todo creyente tiene que librar: la lucha entre la ley y el pecado. Pablo, en romanos 7 inicia explicando que la ley no es mala sino que nos muestra lo que es el pecado. Sin embargo, aunque la ley es buena, no puede salvarnos ni darnos el poder para vivir en justicia. Pablo describe su experiencia personal expresando que a pesar de querer hacer lo correcto encuentra una fuerza interna que Pablo dice que es el pecado lo que lo lleva a hacer lo contrario.

Esta lucha entre el deseo de hacer el bien y la realidad de la incapacidad humana para vencer el pecado por sí mismo es el corazón del capítulo. La sección con mayor intensidad de Romanos 7 llega cuando Pablo exclama: ¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Sin embargo, inmediatamente después de expresar su angustia, Pablo señala la solución: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo nuestro Señor" En otras palabras, aunque la ley revela nuestro pecado, Cristo es quien nos libera de la esclavitud del pecado y nos da el poder para vivir en libertad.

Hay una lucha que sigue estando presente en nuestras vidas, la lucha contra el pecado. Y para poder ganarla debemos depender completamente de la obra que Jesús ha hecho en nuestros corazones. Pablo nos muestra que el problema no es la ley sino el pecado que habita en nosotros. Pero no estamos sin esperanza. En lugar de caer en la desesperación por nuestras fallas, somos llamados a volver nuestros ojos hacia Cristo quien nos da la victoria. Ese es un mensaje que nos llena de esperanza. Es a través de Cristo que somos liberados de la condenación y recibimos el poder del Espíritu Santo para vencer el pecado.

Este capítulo nos invita a reflexionar sobre nuestras propias luchas. ¿En qué áreas de tu vida sientes esa tensión entre lo que sabes que es correcto y lo que terminas haciendo? Recuerda que no estamos llamados a vivir en frustración constante. Jesús es quien nos libra de esta batalla interminable y nos da la victoria. A medida que sigues a Cristo, busca depender más de su gracia y menos de tus propios esfuerzos, sabiendo que, en Él encuentras verdadera libertad y transformación.