Orando como JesúsMuestra

Confía y sigue al Rey

Ayer aprendimos que nuestras oraciones comienzan con una actitud de gratitud y alabanza. Nuestros problemas empiezan a verse más pequeños al recordar quién es Dios y lo que ha hecho, y al priorizar el honrar y adorar a nuestro Padre celestial como aquel digno de toda alabanza.

Siguiendo el Padre Nuestro, encontramos esta famosa y poderosa proclamación:

“... Venga tu reino. Hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo.” Mateo 6:10 NVI

A veces, por temor o por orgullo, oramos con una visión diferente que dice “que venga mi reino y se haga mi voluntad.” Así que, debido a esta tendencia, necesitamos recordar la libertad y la belleza redentora de los planes de Dios.

Considera la oración de Jesús en el Jardín de Getsemaní la noche antes de su crucifixión. Tres veces le pidió a su Padre que quitara de Él la “copa” de sufrimiento. Pero las oraciones de Jesús no se detuvieron simplemente en pedir lo que Él deseaba. En cada instancia dijo: “Sin embargo, no sea como yo quiero, sino como tú quieres.”

¿Puedes comprender lo asombroso de esto? Dispuesto a enfrentar un inmenso dolor y sufrimiento dentro de poco, Jesús se entregó a su Padre. Él conocía la voluntad del Padre y sabía a lo que fue enviado a cumplir en la tierra.

Su obediente confianza y su compromiso con la misión del Reino llevaron a Jesús al dolor de la cruz, luego a la oscuridad de la tumba, y finalmente a su gloriosa resurrección.

¡Este acto increíble de entrega a la voluntad de Dios culminó en nuestra salvación eterna y en la promesa de resurrección para nosotros también!

El ejemplo de Jesús nos enseña que podemos confiar en la guía de Dios en toda circunstancia. Debemos pedir a Dios con fe lo que necesitamos y deseamos, mientras confiamos en que Él sabe cómo orquestar nuestras vidas para nuestro bien y su gloria.

Rendirse a la voluntad de Dios no es una decisión pasiva, y ciertamente no es natural ni fácil. Pero Jesús nos anima a humillarnos y a confiar en los caminos de Dios que conducen a la vida y a la paz.

Pausa y reflexiona

¿Qué preocupación has estado tratando de “arreglar” o mejorar por tus propios medios? Cuando estés listo, ora y entrégala a Dios. Pídele que guíe tus próximos pasos.

Oración

Padre celestial, tus brazos siempre están abiertos para recibirme. Ayúdame a desear correr hacia ellos. Me niego a mí mismo y me rindo a tu voluntad; sí, elijo tu voluntad y tu camino. Tú me diste tu vida, y yo te doy la mía. Ayúdame a confiar plenamente en ti. En el nombre de Jesús, Amén.