Pablo: Días desérticosMuestra

¿Por qué el desierto?

Pablo pasó tres años en el desierto. Su nombre significa «pequeño» y es fácil entender por qué. En sus primeros años de vida, fue un celoso perseguidor de los cristianos y se veía a sí mismo como alguien grande e importante. Pero un día, en el camino a Damasco, tuvo un encuentro con Jesús que lo cambió todo. Fue cegado y llevado de la mano a la ciudad, donde ayunó y oró durante tres días. Fue una experiencia en el desierto, donde tuvo que enfrentarse a su pequeñez y necesidad de Dios.

¿Alguna vez te has encontrado en un lugar desértico? ¿Un lugar donde todo parece seco y sientes que poco a poco te estás haciendo más pequeño? Tal vez clamas a Dios pidiendo ayuda y alivio, pero todo lo que escuchas es silencio. Puede ser un lugar desafiante donde estar, pero es en estos momentos que se nos recuerda que el éxito celestial depende del despojo de nuestra autosuficiencia.

Esta frase puede parecer contradictoria al principio. Después de todo, ¿no asociamos a menudo el éxito con ser más grandes y mejores? ¿No nos esforzamos por ascender en la escalera, alcanzar nuestras metas y ser reconocidos por nuestros logros? Sin embargo, cuando miramos las vidas de algunos de los hombres y mujeres más destacados que Dios usó, vemos que a menudo comenzaron con muy poco. Eran pequeños, insignificantes y, a veces, incluso despreciados. Y, sin embargo, fue precisamente en esos momentos de importancia descendente que Dios pudo obrar en sus vidas de maneras poderosas.

Cuando nos encontramos en un lugar desértico, puede ser tentador darse por vencido, sentir que somos demasiado pequeños e insignificantes para marcar la diferencia. Pero Dios tiene un propósito para nosotros en el desierto. Al igual que hay diferentes especies de plantas y animales que prosperan en ese entorno, hay diferentes dones y habilidades que Dios quiere cultivar en nosotros durante los momentos de despojo de nuestra autosuficiencia. Él quiere mostrarnos que nuestro valor y efectividad provienen solo de él y que no tenemos que probarnos a nosotros mismos ante nadie más.

Mientras tanto, no debemos ser pasivos ni apáticos, debemos ser ambiciosos y trabajar duro para lograr nuestros objetivos. Pero debemos reconocer que encontramos nuestra identidad y valor en Jesucristo, no en nuestros logros o en la aprobación de los demás. Debemos estar dispuestos a pasar tiempo en el desierto, obteniendo nuestra seguridad en Cristo, para que podamos aumentar nuestra fortaleza espiritual y ser las personas por quienes Jesús murió.

¿Dónde está tu seguridad? ¿Está en tu identidad en Cristo, o en lo que tienes o no tienes? Al igual que Pablo, concéntrate en la profundidad de tu relación con Dios y deja que Él se concentre en la amplitud de tu impacto.