Una vida de intimidad con DiosMuestra

La recompensa es segura
“...El rey dirá... '¡Vengan, ustedes han sido bendecidos por mi Padre!... Esta es su recompensa, porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer. Tuve sed y me dieron de beber. Fui extranjero y me hospedaron...Entonces la gente buena le preguntará: 'Señor, ¿cuándo vimos que tenías hambre y te dimos de comer? o ¿cuándo te vimos con sed y te dimos de beber?...Entonces el rey les responderá...cada vez que ustedes hicieron algo por mis hermanos más humildes, también lo hicieron por mí”, Mateo 25:34-40, PDT.
Se cuenta que en Londres, una noche de lluvia, alguien golpeó la puerta de una casa. La dueña se asomó por la ventana y vio una mujer mayor, totalmente mojada y envuelta en lo que parecía ser una capa grande. Abrió la puerta y preguntó qué deseaba. La mujer empapada pidió un paraguas para llegar hasta su hogar y prometió devolverlo al día siguiente. La dueña buscó en un mueble y encontró dos paraguas. Tomó el más nuevo y caminó hasta la puerta. Luego se detuvo y pensó: “Y si no vuelve más... y si desaparece con mi paraguas nuevo”. Entonces tomó el más viejo y se lo dio. La mujer, agradecida, se despidió cubriéndose con el viejo paraguas que casi no detenía el agua.
Al día siguiente, la dueña de casa escuchó la trompeta real. Miró por la ventana y observó que frente a su casa estaba formada la guardia real de la reina de Inglaterra. Un distinguido soldado golpeó y esperó ser recibido. La mujer empezó a dar vueltas, nerviosa, sin saber qué hacer. Finalmente abrió la puerta. Allí estaba la mismísima reina de Inglaterra, con su vestido real, su corona y su capa. Tenía en su mano un viejo paraguas que ahora estaba seco. “Gracias”, le dijo a la mujer que no podía salir de su sorpresa. “Anoche salí a caminar sola y me sorprendió la tormenta. Quería devolverle su paraguas y agradecerle por su gentileza”. Le entregó el paraguas y se fue.
La dueña de casa había tenido a la reina de Inglaterra golpeando la puerta, empapada, y ni siquiera la había hecho pasar. Solo le había dado un viejo paraguas que casi no servía. ¡Y su oportunidad de servir a la reina había pasado!
¿Cuánta dedicación y esmero pondríamos si tuviéramos que servir una taza de leche a Jesucristo? Recuerda que cada buena acción que realices es un servicio al Señor. Que este devocional sacuda tu comodidad. Que todo adormecimiento espiritual huya y el mismo corazón de Dios se exprese en cada uno de tus actos.
Escrituras
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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