El rostro de la misericordia

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia. Matthew 5:7

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Una mujer de 70 años llamada Marinella Beretta fue encontrada muerta en Prestino, cerca del lago Como, en el norte de Italia. Estaba sentada a la mesa en estado momificado cuando la policía encontró sus restos más de dos años después de estar muerta. Los vecinos de Marinella llevaban al menos dos años y medio sin verla. Era «la soledad personificada», escribió Massimo Gramellini, periodista que cubrió la historia. «La gente muere sola. Y nosotros vivimos solos, lo cual es casi peor».

Las palabras finales de su artículo son contundentes: “El misterio de la vida invisible de Marinella tras la puerta cerrada de su cabaña nos enseña una lección terrible. La verdadera tristeza no es que los demás no se dieran cuenta de su muerte, sino que no se dieran cuenta de que Marinella Beretta estaba viva”.

PERSPECTIVA DEL DEVOCIONAL

Después de recibir la misericordia de Dios, debemos reconocer las necesidades de los demás. Es fácil ignorar las necesidades de nuestros familiares que viven bajo el mismo techo; ni qué decir de los vecinos y amigos invisibles. Pero estamos llamados a darnos cuenta.

OBSERVACIONES

Jesús nos llama a ver a los demás, a reconocer compasivamente su necesidad. “Al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas, como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:36). Este es el núcleo de nuestra Bienaventuranza, lo que Calvino entendió acerca de cómo sufrir con nuestro prójimo, o lo que hoy llamamos empatía.

Manifestar la misericordia de Dios no producirá una pequeña gota, sino un diluvio. “Entonces se le acercó Pedro y le dijo: “Señor, si mi hermano peca contra mí, ¿cuántas veces debo perdonarlo? ¿Hasta siete veces?” (Mateo 18:21).

El perdón no es un ejemplo de benevolencia; es un acto de fe y esperanza de los últimos tiempos. En otras palabras, al perdonar a los demás, demostramos que creemos que Cristo regresará y arreglará con misericordia todas las cosas. Nuestra salvación nos permite enfrentar las formas más graves del mal con esperanza. “Cuando el pecado abundó”, dice Pablo, “sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).

APLICACIÓN

Dado que solo Dios puede sanar totalmente nuestras heridas y revivir a los muertos, necesitamos obtener su corazón misericordioso si queremos perdonar a los demás. En vista de esto, Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). No hay nada menos que podamos decir.

Oremos para que el Señor transforme nuestros corazones duros e implacables. Cada vez que brindamos misericordia, perdón y compasión en el nombre de Cristo, un amor que perdona a otro de su culpa, nos acercamos a su reino venidero, una bendición del Reino que disfrutamos aquí en la tierra como en el cielo.