Confianza en la oraciónMuestra

Jesús oró

Nos preguntamos si la oración es importante. Ya vimos el énfasis puesto en ella a lo largo de las Escrituras. Ahora, veamos el énfasis puesto en la oración en la vida del Hijo de Dios, Jesús de Nazaret, Dios encarnado. Él es uno con el Padre, pero observa cuánto tiempo dedica a la oración. ¿Por qué pasa tanto tiempo, de hecho, noches enteras en oración?

«En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles» (Lucas 6:12–13). La noche antes de que Jesús seleccionara a los doce, pasó toda la noche en oración.

«Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo» (Mateo 14:23). La vida de Jesús muestra un patrón con respecto a la oración.

«Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba» (Lucas 5:15–16). Si el Señor Jesús tenía razones para orar, ¿no crees que nosotros también las tenemos?

Cualquier seguidor fiel de Cristo practica las mismas disciplinas que Él practicó en la Tierra. Dios usó a muchos hombres y mujeres, significativamente, debido al énfasis en sus vidas de oración. Han tenido un gran impacto en la historia de la iglesia.

Entonces, vemos que la oración es importante, pero ¿qué es la oración? Es «...la confianza que tenemos en Él» (1 Juan 5:14a). ¡Eso es lo que es la oración! Es venirante el rostro de Dios. Es comunión y comunicación con Dios. Es estar en la presencia de Dios Todopoderoso, autosuficiente, omnisciente y perfectamente santo Dios. Eso es oración, ahí es donde comienza toda oración genuina:al reconocer esa realidad.

No hemos comenzado a orar si no nos hemos detenido a concientizarnos de que estamos ante el rostro de Dios. Si detuviéramos cada oración que no comienza con este reconocimiento: Estoy ante el rostro de Dios, ¿cuántas oraciones se detendrían?

Jesús sabía que estaba delante del trono de la gracia en la presencia de su Padre. Se refugió allí porque Él sabía que pertenecía allí. Pruébalo justo donde estés. «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia» (Hebreos 4:16).