Mata El RuidoMuestra

Señales de alto

Estás conduciendo a casa y empiezas a pensar en pornografía. Sabes que tu ordenador portátil te está esperando en el dormitorio. Así que empiezas a planear tu estrategia. De repente, una voz en tu cabeza te dice: «¡No lo hagas!». No estaría bien y estás totalmente de acuerdo. Bang, eso es una señal para detenerte. Una señal de alto es el Espíritu Santo que salta para ayudarte a no cometer el pecado que te tienta.

Llegas a casa y dices: «¿qué pasa?» a tu familia, entras en tu habitación y cierras la puerta. Ves tu portátil. «No lo levantes». Otra señal para detenerte. Tomas el portátil y te sientas en la cama. «No lo abras». Otra señal de alto. Lo abres y abres tu navegador. «No escribas esas palabras en la línea de búsqueda». Pero tus dedos empiezan a pulsar las teclas. Cuatro claras señales de stop, pero te has saltado cada una de ellas y eres muy consciente de lo que acabas de hacer.

Rara vez nos encontraremos en una situación de pecado sin reconocer que lo que vamos a hacer está mal. Tenemos nuestra conciencia y el Espíritu Santo, ambos nos dicen: «¡No lo hagas!». El problema es que queremos hacerlo. Así que, no importa cuántas veces escuchemos «detente», nuestra carne nos dice: «¡No te detengas! ¡Pégale un puñetazo! ¡Pasa la señal de stop!».

Cada uno de nosotros debe decidir si realmente quiere dejar el pecado o si sólo nos gusta hablar mientras fingimos ser cristianos. No puedo decirte cuántos hombres se me han acercado y me han dicho: «Ryan, no puedo deshacerme de la pornografía. La dejo, luego vuelvo a empezar. Abandono y, de repente, vuelvo a hacerlo». Yo les digo: «No la dejas, porque no quieres dejarla». Se ponen a la defensiva hasta que les digo: «Mira, si quieres dejar la pornografía, deshazte del internet en tu teléfono y en tu portátil. Consigue un teléfono mudo. Consigue una aplicación de control».

Pondrán cara de asombro, como si les hubiera pedido que me dieran todo lo que tienen. «Bueno, Ryan, necesito mi teléfono inteligente y mi portátil para trabajar y enviar mensajes de texto a mi familia y esas cosas». - «Ok, entonces deshazte del internet en tu casa». - «¿Qué? ¿Estás loco?».

El apóstol Pablo escribió: «Las tentaciones que enfrentan en su vida no son distintas de las que otros atraviesan. Y Dios es fiel; no permitirá que la tentación sea mayor de lo que puedan soportar. Cuando sean tentados, él les mostrará una salida, para que puedan resistir» (1 Corintios 10:13). Dios nos ha prometido una salida para evitar que la tentación se convierta en pecado. Debemos decidir si estamos dispuestos a tomar ese camino, sin importar lo que cueste. ¿Qué tanto quieres vivir una vida santa y obedecer la Palabra de Dios? Jesús dijo: «Todos los que me aman harán lo que yo diga. Mi Padre los amará, y vendremos para vivir con cada uno de ellos» (Juan 14:23). ¿Realmente amas a Jesús lo suficiente como para dejar de hacer lo que estás haciendo?

Ahora, antes de que te desanimes por tus repetidos fracasos, date cuenta de que ni siquiera Pablo pudo vivir una vida totalmente santa. En Romanos 7, habla abiertamente sobre no hacer las cosas que sabe que debería hacer y sobre hacer las cosas que sabe que no debería hacer. Pero lo que vemos en él es un deseo de santidad. O eres un siervo de Dios o un siervo de Satanás. Tu cuerpo es un instrumento del pecado o un instrumento del Espíritu Santo. Pídele a Dios la capacidad de ver las señales de alto en tu vida y obedecerlas, y la fuerza y el valor para hacer lo que sea necesario para vivir de la manera en que él te ha llamado a vivir.

Comprometerse plenamente significa decidir que realmente quieres dejar de pecar. Eso suena tan obvio: «Ryan, soy un cristiano. Por supuesto, quiero dejar de pecar». Pero decir que quieres dejar de pecar y realmente querer dejar de pecar son dos cosas muy diferentes. Hay muchos cristianos que dan todo por dejar el 80% de sus pecados o el 95% de sus pecados, incluso el 99.9% de sus pecados. Pero ir al 99.9% no es diferente que ir al 10%. Todavía se quedan cortos de «todo». Y «todo» es el estándar que Dios nos da. Como vimos con Pablo, nadie puede vivir perfectamente con el estándar «todo». Pero tenemos que desear esa perfección con todo nuestro corazón. Comprometerse plenamente significa estar dispuesto a decir una palabra cada vez que llega la tentación: «No». ¿Estás realmente dispuesto a vivir una vida de «no» cuando se trata del pecado?