Perdoné a mi padreMuestra

Asiste a mi boda

Cuando busqué a mi papá para invitarlo a mi boda, llegué a una casa muy pobre, y pensé: ¿Será que sí vive aquí? La vida puede dar vueltas tremendamente. Toqué la puerta y me abrieron la ventana. Se asomó una señora que dijo: «¿Qué quieres?» Dije: «¿Se encuentra Miguel Cassina?» Contestó: «¿De parte de quién?» Respondí: «Miguel Cassina». Ella pensó que la estaba molestando, y dijo: «En serio, ¿quién eres?» Contesté: «Soy su hijo.» Me dejó entrar y no estaba, tuve que esperarlo. 

Mira esta situación: Estaba en esa casa esperando a mi padre, al que no conocía, de quién tenía malos recuerdos. Entonces pensé: ¿Cómo lo saludo? ¿Lo abrazo? ¿Le doy la mano? ¿Le doy un beso? De repente, entró mi padre y pensó que yo era un cliente, pues llevábamos años sin vernos. Se quedó mirándome y dijo: ¿Qué haces aquí? Respondí: Vine a hablar contigo. 

Mi padre me ofreció comida, e inmediatamente la mujer se puso nerviosa, porque solo tenían frijoles. Nos sentamos a la mesa y empezamos a comer, y dije: «Papá me voy a casar y me encantaría que fueras a mi boda. Vine a invitarte». Se quedó sorprendido, y preguntó: «¿Dónde te casas?» Respondí: «En Guadalajara». Me dijo que no podía ir hasta allá, pero dije que yo cubriría todos los gastos, así que, finalmente, él aceptó. La señora estaba muy seria, y pregunté: «¿Supiste que mi mamá murió? Así que me encantaría que fueras en lugar de mi madre, ¿puedes ir?» Ella no se esperaba que la incluyera en la invitación. Pero aceptó. 

Fueron a mi boda. Después regresaron a Veracruz, y después de un tiempo los volví a buscar. Esa vez en la despedida pedí intercambiar datos para estar en contacto, pero él no quiso, me dijo que me buscaría. Eso me dolió, pero pensé: «Crecí sin ti, no te necesito». Me fui molesto. 

Después de mucho tiempo, regresé a Veracruz para dar un concierto. Al concierto fue la esposa de mi padre y un hijo. Allí ella recibió a Jesús en su corazón, pero mi padre no quiso entrar. Mi padre siempre me atacó; las pocas veces que hablábamos, me decía: «¿Por qué cantas? ¡Estás perdiendo el tiempo!». Como yo era temperamental, me daban ganas de contestarle, pero por testimonio y respeto por ser mi padre, me quedaba callado.