Dios Con NosotrosMuestra

El Dios de los marginados y olvidados
“Él hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos. ¡Aleluya!” (Salmo 113:9).
Sara, Rebeca, Raquel, Ana y Elisabet son mujeres que aparecen a lo largo de la Biblia, unidas por un hilo conductor: una trama que incluye episodios de rechazo, menosprecio, lágrimas y desazón por causa de la infertilidad que a todas las aquejó. Al no poder tener hijos —en una cultura donde esto era visto como señal de falta del favor divino— se sentían humilladas y sin valor. Para un oriental, si no había descendencia, estaba en juego el linaje, la herencia y la memoria familiar. Además, al no existir sistemas sociales organizados que cuidaran de los ancianos, discapacitados o personas vulnerables en general, se entendía que los hijos debían asumir los desafíos familiares cuando los padres ya no pudieran hacerlo.
Por tanto, una mujer que no podía tener hijos se sentía irremediablemente culpable por comprometer el futuro de todo su linaje. Tanto es así que, en el caso de Raquel, llegó a preferir la muerte antes que continuar sin hijos: “Dame hijos, o si no, me muero” (Génesis 30:1).
Una mujer sin descendencia sentía que su vida estaba truncada, que estaba destinada a la marginación y al olvido. Dios, sin embargo —a contracultura—, entregó promesas que revertían ese sesgo social. Él nunca olvida a los que sufren, y a aquellos que están amenazados por el estigma y el prejuicio, Dios los exalta y los hace regocijarse ante la mirada de todos. Estas promesas no se enfocan meramente en lo físico, en la fertilidad desde un punto de vista biológico; van mucho más allá. Dios habita entre los humildes, entre los que lloran, los que sufren, los que padecen injusticias, entre todos aquellos que, indefensos y vulnerables, se sienten solos y sin nadie que los defienda.
El profeta Isaías dijo de Jesús que Él tendría por nombre Emanuel, que significa Dios con nosotros. El mensaje del evangelio es la promesa de que el hombre no tiene que estar solo: Jesús ha prometido estar siempre, y su presencia está al alcance de una oración. Nadie está más allá del alcance de su gracia. Ninguna existencia, por desgraciada que parezca, está fuera de la mirada compasiva de Jesús. Dios torna el sufrimiento en alegría, la desesperanza oscura en un nuevo amanecer, la tragedia en algo luminoso.
Si otros no me tienen en cuenta, Dios me ve. Si me desechan los profesionales de la religión, el Señor sigue siendo mi Dios. Nada en realidad importa si tengo sus promesas por pendón. Estoy en él, soy amado. ¿Qué otra cosa puede ser más importante que esto?
La versión escogida para leer la Biblia en este plan es RVR1960.
Acerca de este Plan

La vida, no importa lo que hagamos, estará llena de dificultades, pruebas, penurias, desasosiegos y tribulaciones. Llegará en algún momento el dolor en sus múltiples formas, no hay intocables. ¿Qué esperanza tenemos entonces para tiempos así? La única y firme confianza que podemos atesorar es confiar en las promesas de que Jesús el Señor estará siempre con nosotros. Esa es nuestra inamovible certeza vigorizante e invariable. Dios con nosotros, amén.
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Nos gustaría agradecer a Como Jesús por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/osmanycruz









