Dios Está en ControlMuestra

Día 15: Confiando en el Tiempo Perfecto de Dios

"Todo tiene su momento oportuno;
hay tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo" (Eclesiastés 3:1 NVI).

Esperar es quizás uno de los aspectos más difíciles de confiar en Dios. Nuestro mundo se ha acostumbrado a la comida, la información y los resultados instantáneos, pero el cielo tiene un reloj diferente. Las demoras de Dios no son negaciones, y su tiempo no es el nuestro. Es el tiempo perfecto.

María y Marta aprendieron esto cuando Lázaro enfermó. Esperaban que Jesús viniera de inmediato, pero Él esperó dos días antes de ir a ellas. A ojos humanos, parecía demasiado tarde. "Señor, si tan solo estuvieras aquí", dijeron. Pero Jesús no llegó tarde. Llegó justo en el momento preciso para realizar un milagro mayor del que jamás imaginaron.

¿Con qué frecuencia interpretamos la espera como la ausencia de Dios? Queremos sanidad ahora, provisión hoy, respuestas ayer. Pero Dios ve el todo, no solo el momento. Él sabe que algunos sueños requieren preparación, que algunas promesas requieren madurez y que ciertos milagros solo brillan en el momento oportuno.

La historia bíblica está llena de siervos de Dios moldeados por la espera: Abraham y Sara, quienes esperaron veinticinco años al hijo prometido; José, quien pasó años en prisión antes de convertirse en gobernador; David, quien fue ungido rey, pero esperó años para asumir el trono; y Moisés, quien vivió décadas en el desierto antes de liderar el Éxodo. La demora nunca fue rechazo, sino preparación.

La espera forja la paciencia, profundiza la fe y nos enseña a depender de Dios más que de las circunstancias. Nos recuerda que no tenemos el control, sino que estamos en las manos de Aquel que es fiel y bueno.

Las demoras de Dios tienen un propósito; su tiempo es perfecto y sus planes son buenos.

Mi oración:

Padre, confieso que esperar me resulta difícil. Mi corazón desea respuestas rápidas, pero elijo descansar en tu tiempo perfecto. Enséñame a aprender a través de este proceso, a madurar en la fe y a confiar en que la espera prepara algo mejor. Te entrego mi tiempo. En el nombre de Jesús, amén.

Preguntas para reflexionar:

1. ¿Qué situación en tu vida implicó una espera más larga de lo que deseabas?

2. ¿Qué podría estar obrando Dios en tu corazón o en tus circunstancias durante este tiempo de espera?