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El ingrediente pasión

DÍA 2 DE 3

No procrastines, ¡solo hazlo!

Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría (Eclesiastés 9:10).

La alarma de mi teléfono inteligente ilumina la pantalla muy temprano en la mañana. Ahora, mientras escribo este devocional, es invierno. En este lado del mundo, donde vivo, el frío no te deja indiferente. Es necesaria una buena calefacción y unas mantas homologadas por una empresa de esquimales para sobrellevar las bajas temperaturas. Especialmente en la mañana, salir de la cama puede ser una tortura. En un mundo ideal, quizás la opción de levantarse temprano no la marcaríamos en la casilla de obligaciones diarias, pero no hay remedio, las obligaciones están ahí y hay que enfrentarlas. Pero lo que sí es posible es, darle al botón de “posponer la alarma”. Otros cinco minutos en la cama pueden ser muy tentadores. Al cabo de esos cinco minutos, podemos “posponer la alarma” una vez más, lo que supondrá que, al levantarnos, finalmente, tendremos que ir más a prisa, con las mismas pocas ganas de antes, pero con menos tiempo, lo que dificultará el inicio del día. Para contrarrestar esta sugestiva tendencia, he puesto a posta un texto en mis alarmas que con mayúsculas y entre signos de aclamación dice así: ¡SOLO HAZLO!

He descubierto que, si dejo de tener lástima de mí, si sencillamente me aplico a aquellas cosas que he decidido de antemano y soy coherente a mis aspiraciones, puedo ser más eficaz y evitar que la posposición se convierta en un vicio. El día se vuelve más rentable, la estima de mí mismo se acrecienta, he vencido al procrastinador que llevo dentro y he triunfado sobre la dejadez y la monotonía.

Intento que esta actitud sea reiterativa en todas las áreas de mi vida, especialmente aquellas que son más importantes: mi relación con Dios, mi tiempo con la familia, mi ministerio, mis hermanos, mi trabajo, etcétera. Si soy proactivo, si no pospongo mis responsabilidades, sino que las asumo con gozo y compromiso, entonces me siento más pleno, y vivo mi día a día con ilusión.

Añade ese ingrediente de pasión a cada acto de la vida. La vida es tiempo, y si nos gana la melancolía, la pereza, y la inconciencia, habremos perdido demasiado. Como dijo el misionero y mártir Jim Elliot: “Vive de tal manera que cuando mueras solo te quede morir”. Me parece un gran consejo. ¿Qué opinas tú?

Día 1Día 3

Acerca de este Plan

El ingrediente pasión

Somos hijos de Dios. Pertenecemos a un reino fascinante. La vida cristiana, por tanto, ha de ser vivida con entusiasmo, desde una pasión desbordante por Jesús y su Palabra. En este Plan te animo a dejar la rutina, la pro...

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Nos gustaría agradecer a Como Jesús por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://www.instagram.com/osmanycruz/

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