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Las batallas a las que se enfrentan las mujeres: palabras

¿Alguna vez has sentido un nudo en el estómago después de haber compartido algo que no deberías haber dicho... o dicho algo demasiado rápido?

El chisme a menudo se siente bien porque puede ser agradable escucharlo o compartirlo. A menudo, incluso sentimos una sensación de satisfacción momentánea cuando hablamos maliciosamente, hablamos con sarcasmo o hacemos un comentario grosero. En la comunidad cristiana, es fácil chismear bajo el paraguas de compartir para orar. No se necesita mucho para difundir palabras hirientes.

Sin embargo, si nuestra conciencia nos pincha en el espíritu, sentimos remordimiento y vergüenza. Los pasajes de hoy nos recuerdan que nuestras palabras en realidad exponen nuestro corazón. ¿Dónde está tu corazón?

Es difícil deshacer el daño de un chisme o una palabra hiriente, pero hay maneras de evitar cometer este error y maneras de reparar el daño si ya se ha hecho.

Aquí hay algunas formas prácticas de cuidar nuestras palabras:

• Disminuya la velocidad: piense antes de hablar. La Biblia tiene mucho que decir acerca de cuidar nuestros labios y hablar precipitadamente.
• Hable Menos: La Biblia nos aconseja que evitemos a las personas que chismean y dice que somos considerados sabios cuando tenemos nuestra lengua Podemos ahorrarnos muchas vergüenzas y arrepentimientos cuando sabemos callarnos. A veces escuchar es más valioso que hablar.
• Control de daños: ¿Qué haces cuando tus palabras han lastimado a alguien? Humíllate y pide perdón. Te liberas de estar aprisionado por tus propias palabras. No espere demasiado. Cuanto antes lidie con el dolor causado por esas palabras, antes se liberará.
• Esconda la Palabra de Dios en su corazón: Tener disciplinado tiempo de tranquilidad con Dios le permite permanecer en sintonía con Su Palabra. Dios deposita su sabiduría en ti para que evites los chismes y seas un estímulo a través de tus palabras.

La próxima vez que sientas la tentación de compartir algunos detalles jugosos con alguien, pregúntate: ¿Es ¿amable? ¿Es útil? ¿Es necesario? Si la respuesta es no, entonces es más seguro guardar silencio sobre el asunto.

Nuestras palabras exponen nuestro corazón. Que nuestros labios hablen verdad y bondad a quienes nos rodean para que otros puedan ver al Cristo que gobierna nuestro corazón.