SAULO | PABLO

Saulo, un individuo despiadado con un corazón frío, indiferente a las consecuencias de sus acciones. No tenía problema en ser conocido por su mal, ni tenía interés en cambiar. Hoy puedes pensar que este eres tú, que siempre serás así porque nadie te cambiará, o porque no has podido cambiar aunque has intentado.

Quiero que sepas que la transformación es posible; esto lo podemos ver al comparar el postrer estado de Saulo con el primero. Las Escrituras demuestran a un Saulo que asolaba a los creyentes, ”arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel” (Hechos 8:3), e incluso “respiraba amenazas y deseaba muerte para los discípulos del Señor” (Hechos 9:1).

Igualmente, las Escrituras nos enseñan a un Pablo (Saulo antes de su transformación) que pone su fe en el Padre y es bendición para otros, a tal punto que Pablo se convierte luego en el referente de Jesús cuando dice en Corintios: “Imitadme a mí, como yo imito a Cristo”.

Ves, los cambios son posibles y completamente necesarios para avanzar. Para Pablo, le tomó una visita sobrenatural del Hijo de Dios, Jesús. Una que interrumpió sus planes al aparecer y llegó como una luz celestial que lo rodeó, tan brillante que lo dejó ciego por tres días y sin apetito. Esto nos enseña dos cosas respecto a la transformación:

Para ser transformado, es necesario dejar de ver las cosas como las estás viendo.

Muchas veces, pensamos tener la razón cuando más equivocados estamos, y peleamos persistentemente y agresivamente sin punto válido. Debemos reconocer que nuestra vista es limitada y alcanza apenas unos 4.8 kilómetros. Es decir, vemos hasta cierto punto, y no logramos ver el panorama en su totalidad. Por lo tanto, debemos aceptar que no siempre tenemos la razón, y en vez de pelear y querer caminar por el camino que hemos trazado, debemos quedarnos ciegos, dejando que el Padre nos guíe.

Mientras sigas alimentándote de lo incorrecto, espiritualmente hablando, seguirás en la misma condición.

El Padre quiere separarte y desintoxicarte de los malos frutos que has consumido. Al final del día, somos productos de semillas que son sembradas en nosotros, sean buenas o malas. Por esa razón, el Padre te quiere separar para llevarte por un camino de gloria. Creo firmemente que no necesitarás una intervención para realizar tu transformación. Por la fe, ya todo está hecho. Di conmigo: “Soy transformado”.