SedientosMuestra

El Salmo 63 es un cántico de David en medio del desierto. Todos experimentamos desiertos en nuestra vida. Tal vez no físicos, pero sí espirituales. Épocas de no ver lluvia a nuestro alrededor. De sentir el calor, la falta de aire, donde no vemos que ocurra nada, donde parece que estamos solos. Parece que Dios se ha ido. Pero Él nunca se va. Porque es fiel, porque nos ama, porque nunca falla. Y cuando somos guiados al desierto, no es, sino para aprender una lección que necesitamos aprender a solas con Dios. Pero Él no nos deja, Él entra en el desierto con nosotros. Nos acompaña, nos guía, y sobre todo, nos alimenta.

En este mundo instantáneo, necesitamos sentir la sed de Dios. Experimentarla de verdad, para comprender cuánto le necesitamos. A veces andamos tan ocupados que no somos conscientes de la deshidratación. ¿Nunca te ha pasado? ¿Andar tan ocupado y con tanto trabajo que te olvidaste de comer? ¿O de hacer algo importante? Muchas veces no somos conscientes de que necesitamos algo, y por eso la Palabra de Dios nos lo recuerda. Sin agua, el ser humano no puede vivir por mucho tiempo, los órganos empezarán a fallar y de 3 a 5 días moriríamos. Sin Dios, nos pasa lo mismo. Si eres consciente de que te has alejado de Él, de que tu relación se ha enfriado, ve corriendo a su presencia, y sacia tu sed. Si alguien a tu alrededor se está deshidratando, acércalo a la fuente de vida eterna. Antes de que sea tarde.