Plenitud: Una vida de LlamadoMuestra

Para mí es difícil imaginar a Pablo como el asesino que era antes de conocer a Cristo en el camino a Damasco. Conocido como Saulo antes de esa experiencia de conversión, perseguía a los discípulos de Jesús y los llevaba a prisión. La Biblia relata el hecho de que la razón por la que Pablo vivió fue, en un momento dado, matar a un cristiano más. El mismo aire que respiraba lo llenaba de odio contra quienes creían en el Cristo resucitado. Pablo sabía que si él pudo cambiar por el poder de Cristo, ¡cualquiera podría! 

Como prisionero en Roma, Pablo escribió su carta de ánimo específicamente a los efesios. Pablo decidió estar por encima de sus cadenas humanas y determinó estar encadenado a una prisión más poderosa y real que cualquier confinamiento terrenal. ¡Pablo vivía en una prisión de libertad absoluta!

Pablo sabía que aunque la prisión romana pudiera tener el poder de impedir su movimiento terrenal, al estar encadenado a Cristo Jesús, era liberado para ser la persona quien fue llamada a ser eternamente. Pablo experimentó más libertad en prisión que la que experimentó al caminar en las calles de Roma o Jerusalén. Pablo vivió para la prisión de servir a Cristo con todo su corazón todos los días de su vida.

A Pablo se le garantizó una bendición principal de la vida como cristiano: ¡si eres libre en Cristo, no hay prisión que pueda retenerte de tu destino!

Esto es un enigma, ¿o no? ¡Qué bella y esperanzadora contradicción de términos! Mi prisión me libera para servir a Cristo con todo mi corazón.

Nuestra meta principal en este lado del Cielo debe ser vivir nuestra vida de tal manera que honre al Padre. Pablo y el Espíritu Santo suplican a los creyentes que ordenemos nuestros días de manera que traigan gloria a Dios. Se nos insta a tratar a las personas de manera tan alentadora que el corazón del Padre se sienta feliz. Cada palabra que hablemos debe ser amable y misericordiosa hacia aquellos en nuestra vida.

Somos los representantes del Padre en la Tierra y nuestro llamado es representarlo bien. Somos Sus embajadores de esperanza, gozo y amor. Las personas observan nuestra vida para ver a Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.