La vida profundamente formadaMuestra

“Reconciliación racial”
Las historias de problemas raciales que vemos y oímos parecen no tener fin. Tanto si las historias se televisan a nivel nacional como si sólo las conocemos nosotros, nos agobian regularmente las ideas y prácticas destructivas que establecen jerarquías sutiles y no tan sutiles del valor humano basadas en el color de la piel.
Pero no estamos desamparados.
En el centro del Evangelio está el “hacer justas” todas las cosas por medio de Jesús. En la muerte y resurrección de Cristo, el mundo se encamina hacia una trayectoria de renovación, pero Dios nos invita a trabajar por ese futuro. Sin embargo, este trabajo no es una empresa individual, sino que está orquestado por los esfuerzos conjuntos de una nueva familia en el poder del Espíritu.
Consideremos a dos de los discípulos que Jesús llamó: Mateo y Simón el Zelote (ver Mateo 10:3–4). Mateo trabajaba para el gobierno; Simón odiaba al gobierno. Mateo era recaudador de impuestos; Simón protestaba contra los impuestos. Mateo recaudaba impuestos para los romanos; Simón era un rebelde contra los romanos. Mateo era rico; Simón era de clase trabajadora. Mateo se ganaba la vida aprovechándose de gente como Simón; Simón se sentía llamado a intentar matar a gente como Mateo.
A pesar de todas estas diferencias, de alguna manera Mateo y Simón pudieron seguir conectados. Pero les costó algo. Mateo tuvo que dejar de aprovecharse de gente como Simón; Simón tuvo que abrazar una visión diferente de la revolución. Esta es la esencia de la nueva familia que Jesús estaba creando. La comunidad de reconciliación siempre nos costará algo, y en Cristo las barreras que nos separan pueden derribarse en su nombre.
Más allá de los doce originales, Jesús invitaría a mujeres a ser sus discípulas. Encargaría a los discípulos que llegaran a los no judíos. El Espíritu Santo guió a la Iglesia para que viera realizada esta visión y se forjara una nueva familia, no basada en la identidad étnica o de género, sino en la muerte y resurrección de Jesús.
"Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gálatas 3:28).
Busca en tu corazón tu propia implicación en la división racial y dedica tiempo a la confesión, al arrepentimiento y al perdón.
Acerca de este Plan

Como lo define el pastor de Nueva York Rich Villodas, una vida profundamente formada es una vida marcada por la integración, la intersección, el entrelazamiento y la interacción, manteniendo unidas múltiples capas de formación espiritual. Este tipo de vida nos invita a ser personas que cultivan una relación con Dios en oración, avanzan hacia la reconciliación, trabajan por la justicia, desarrollan una vida interior saludable y ven sus cuerpos y su sexualidad como dones que deben ser administrados con sabiduría.
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Queremos agradecer a WaterBrook Multnomah por facilitarnos este plan. Para más información, visita: https://www.richvillodas.com/