Lo que más deseamos 

Todos deseamos vivir vidas que cuenten por algo; deseamos tener propósito y significado. Después de los tiempos de Noé, encontramos a toda la gente del mundo unida en busca de esta misma meta. En la historia de la torre be Babel, todos buscaron fama, legado y poder. Pero al final terminaron sin nada. Querían lo suyo, pero no les funcionó. Dios resistió a su orgullo y apagó su obra. 

Nos lleva a Jesús

Aún esta historia nos lleva a Jesús, no de la misma forma que Noé y Adán nos llevan a Cristo, pero el camino es igual de directo. En medio del egoísmo y egocentrismo de nuestro mundo y el de Babel, Jesús nos enseña otro camino. Él entregó su vida a buscar lo de su Padre: Su gloria, Su Reino y sus propósitos. En vez de buscar lo suyo, lo soltó; se humilló a sí mismo, negó a sus derechos y dejó pasar todas las oportunidades para conseguir privilegio y placer personal. Dio su vida a cumplir el plan y el deseo de su Padre, a buscar lo mejor para cada uno de nosotros. Hizo algo sumamente grande: vivió una vida perfecta, fue a la cruz y murió inocentemente y resucitó de la muerte con poder. Por no buscar lo suyo propio, Jesús dejó un legado permanente e incomparable. Nos rescató del poder de la maldad, nos dio salvación y paz con Dios y trajo el Reino de Dios a este mundo. Su fama es eterno y su nombre es el más alto. 

Ahora, Él nos llama a entregar nuestra vida por su Reino y el bien eterno de los demás, en vez de malgastar nuestra vida en busca de lo nuestro.