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La causa del guerrero

Nuestra iglesia, Life.Church, se asocia con iglesias locales en lugares de todo el mundo como Malawi. Hace poco viajé a este país hermoso, pero económicamente empobrecido, conocido como “el cálido corazón de África”.

Todo el viaje fue increíble, pero solo tengo que contarte la historia de Leah. Vive cerca de Chitipa, que es tan remota que muchas organizaciones no se molestan en ir allí.

Cuatro años antes de que nos conociéramos, una amiga de su iglesia invitó a Leah a unirse a un pequeño grupo llamado “Light”. Pero Leah se mostró reacia a unirse.

Para unirse al grupo, tendría que contribuir un poco de dinero a un fondo de ahorro grupal cada semana. Su familia apenas podía sobrevivir y ni siquiera tenían dinero para educar a sus hijos o hacer reparaciones en su casa con techo de paja. Aún así, sus amigos la convencieron para que lo intentara, y así lo hizo.

Después de que los ahorros del grupo se acumulen durante unos meses, cualquier miembro del grupo puede pedir dinero prestado, usarlo para hacer algo valioso y luego devolverlo. Después de un año, los ahorros se reparten equitativamente entre el grupo y todo comienza de nuevo.

Primero, Leah pidió prestada una pequeña cantidad del fondo de ahorros para comprar caña de azúcar al por mayor. Lo vendió, pagó el préstamo al fondo y le sobró dinero.

Ella comenzó a creer que podía hacer esto.

Ella comenzó a soñar de nuevo. Siempre había querido aprender a confeccionar ropa, pero nunca había podido pagar la formación hasta que pidió prestado del fondo de ahorros. Con el dinero pudo pagar la formación y comprarse una máquina de coser.

Volvió a tener confianza. Leah volvió a pedir prestado al grupo para comprar telas, que se convirtieron en ropa y en una buena ganancia. Con sus ganancias compró ganado para su familia, reemplazó el techo y compró una bicicleta que su esposo usaba para brindar servicio de taxi.

Todavía no estoy seguro de que ninguno de nosotros se dé cuenta de lo luchadora que debe ser Leah. Déjame decirte algo que no olvidarás.

En el pueblo de Leah, el agua potable estaba a dos horas de una agotadora caminata.

Luego, unos dos meses antes de que nos conociéramos, Leah tomó sus ganancias por las que tanto había luchado y pagó personalmente para que perforaran un pozo en su propio patio trasero para que más de 100 vecinos pudieran tener acceso ilimitado a agua limpia y vivificante.

Todos necesitamos una causa por la que luchar. La historia de Leah me inspira a comenzar con mi familia, pero no quedarme ahí. Quiero luchar para dar a las personas acceso cercano y lejano a lo que necesitan para la vida.

Desafío: ¿Por qué causa estás luchando? ¿Estás luchando por algo más allá de ti mismo? ¿Alguien más allá de tu familia? ¿Cómo puedes formar equipo con otros?

-Jeff, luchando por los demás