20/20: La visión de Dios para mi vidaMuestra

Un vaso de agua fría
Por Sarah Wronko
“Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” Mateo 10:42
Era una noche fría, la primera nevada del invierno sobre la tierra congelada. Yo tenía 17 años y estaba a punto de conocer a la persona que cambiaría el rumbo de mi vida para siempre. Una semana antes, un amigo de la familia me había preguntado si querría trabajar cuidando a una viuda anciana y solitaria. Mis responsabilidades incluían todo, desde lavar ropa, cocinar y organizar su cocina hasta ser una amiga para ella.
Al principio, la idea me aterraba. No tenía experiencia pasando tiempo con ancianos, y pensaba que sería torpe y tonta porque no sabría cómo actuar o qué decir. Sin embargo, sentí la presencia de Dios en esta propuesta y sabía que era algo que Él quería que hiciera.
Esa noche, cuando Margaret abrió la puerta y me observó minuciosamente, supe que Dios tenía algo maravilloso planeado para las dos. Con una taza de té caliente, me habló sobre lo que necesitaba que hiciera. Mientras ella hablaba, Dios comenzó a hablarme sobre Sus planes para Margaret—Su deseo de que ella se sientiera amada y cuidada y Su deseo de que yo la sirviera.
Durante el siguiente año, compartí el amor de Dios con Margaret mientras le hacía la manicura o jugábamos cartas. Ella me pedía que bendijera los alimentos mientras se sentaba callada con lágrimas en sus ojos. Durante las Navidades, Margaret me pidió que hiciera un postre para todos sus amigos, seguido de la reorganización de su congelador por décima octava vez.
Una de las cosas favoritas de Margaret era comer en restaurantes, pero detestaba comer sola. Cuando yo llegué, el simple hecho de tener una amiga con quien comer significaba mucho para ella. Durante una de nuestras salidas a comer, Margaret me preguntó sobre mi fe y dónde obtenía mi gozo. Su corazón se había suavizado mientras la servía durante ese año, y ahora quería saber más sobre mi fe.
Ese día pude compartir con ella el amor de Dios y cómo Jesús murió por nuestros pecados. Con lágrimas en los ojos, me dijo que quería recibir a Jesús como su Señor y Salvador. Nunca olvidaré ver a Margaret orando y pidiéndole a Jesús que fuera el Señor de su vida. Su vida cambió para siempre…y la mía también.
Jesús dijo “Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.” (Mateo 10:42). El Señor me usó para llevar a Margaret un vaso de agua sirviéndola de las maneras más simples y compartiendo con ella el amor de Jesús. Había pasado 89 años sin conocer el amor de Dios, pero a través de simples actos de servicio—amoroso—el corazón de Margaret fue suavizado. Se convirtió en la hija del Rey, y yo aprendí que servir en el reino de Dios puede ser tan simple como cocinar o darle una manicura a una anciana que necesitaba ser amada.
Cuando servimos a otros, el amor de Dios es liberado a través de nosotros. Dios valora la posición de un sirviente como la posición más alta. De hecho, el mismo Jesús modeló la vida de un servidor. Él mostró su amor por otros sirviéndolos. Jesús dijo a Sus discípulos “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Mateo 20:26–28). Jesús no hacía las cosas para Sí mismo; Él hacía la voluntad del Padre.
Lo maravilloso de servir a otros es que te permite poner el amor en acción. El mandamiento de Dios de amarnos unos a otros puede parecer abstracto y difícil de poner en contexto. Pero cuando servimos a alguien, demostramos amor de una manera práctica… y termina impactando cada área de nuestra vida. Dios ha puesto personas a las que debemos servir a nuestro alrededor. Y al servirlas, les demostramos el amor de Dios. Cuando las personas se topan con el amor de Dios a través del servicio, sus corazones pueden suavizarse y Él puede trabajar en sus vidas.
Hay tantas maneras de servir y amar a los que nos rodean. Y lo hermoso de todo esto es que mientras servimos y amamos a los que Dios pone en nuestro camino, fundamentalmente estamos sirviendo y amando a nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Mientras va pasando tu día hoy, pídele al Señor cómo quiere Él que lo sirvas y lo ames sirviendo y amando a los que te rodean. Que Dios te guíe en una misión o hagas algo tan simple como llevar comida a una familia o viuda necesitada. Pídele al Señor que abra tus ojos y te muestre como puedes dar un "vaso de agua" a alguien que transformará su vida para siempre.
Toquemos a los moribundos, a los pobres, a los solitarios y a los rechazados de acuerdo con la gracia que hemos recibido y que no nos avergüence ni nos detenga el hacer un trabajo humilde… No es lo importante lo que hacemos, sino cómo lo hacemos, cuánto amor, sinceridad y fe ponemos en lo que realizamos.
~ Madre Teresa
Versículo de memoria
Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 1 Pedro 4:10
Escritura
Acerca de este Plan

Dios quiere que cada uno de nosotros sea salvado, sanado, libre, disciplinado, equipado y servicial. Únete a este devocional de siete semanas para ayudarte a recorrer cada una de estas áreas en tu vida. Nuestro deseo es que descubras y comiences a cumplir la visión de Dios para tu vida en todos sus aspectos.
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