Mosaico de devocionales para la Cuaresma sacados de la Santa Biblia.Muestra

Apóyate en mí (Karen Sloan)

«Apóyate en mí.» Dios hace esta invitación a ti y a mí en cada momento de nuestras vidas. Podemos escoger responder: «¡Por favor, Dios, sálvame, ven rápido, Señor, y ayúdame». Pero en cuanto a mí, mi enfoque a menudo se queda atascado en mí mismo. Me atrapa todo lo que logro o en todo lo que me queda por hacer. Creo que las circunstancias son el resultado de mis propias habilidades o la culpa de mis propias limitaciones. Cuando la vida se trata de mí, estoy cegado de la realidad de mi completa dependencia de mi Creador. El ruido de la arrogancia y la ansiedad ensordece el llamado a apoyarse en los brazos eternos.

Somos diseñados por Dios para ser dependientes. Es una doble dependencia: primero, directamente sobre Dios; y segundo, indirectamente sobre Dios a través de aquellas personas que Dios trae a nuestras vidas. Nuestra existencia debe ser de interconexión, no de aislamiento.

Como Jesús vivió su vida en la tierra como Dios y como ser humano, vivió la vida última de dependencia continua de su Padre; Pero también dependía de la provisión de su Padre a través de otros seres humanos. Dios proveyó para la vida humana de Jesús a través de María. María primero llevó a Jesús dentro de su cuerpo y luego en sus brazos. El alimento que María tomó fue el primer alimento que recibió. Ella preparaba su pan de cada día y lo amamantaba con todo su corazón, satisfaciendo una de las necesidades más profundas del alma humana.

En la adultez, Jesús dependía de una gran comunidad para llevar a cabo el trabajo que estaba llamado a hacer. Un muchacho joven proporcionó los cinco panes y dos peces que alimentarían a cinco mil. Jesús le pidió agua a una mujer en un pozo - y dependió de su palabra para evangelizar a toda su ciudad samaritana, lo que llevó a muchos a creer en él. Abrumado de pena en el jardín de Getsemaní, Jesús buscó consuelo en la compañía de Pedro, Santiago y Juan, incluso cuando se quedaron dormidos justo cuando el Señor los necesitaba más. Cuando Jesús murió en la cruz, María estaba allí con las otras mujeres y Juan, quizás listo para sostener su cuerpo una última vez. Jesús pidió a su discípulo que hiciera una cosa más por él: cuidar a su madre (Juan 19:26-27). Incluso su tumba era un regalo de uno de sus seguidores (Mateo 27:59-60).

Sin embargo, Jesús no se quedó en esta tumba más allá de tres días. Para Aquel de quien dependía antes que todos los demás le resucitaran de muerte en vida.

Hay libertad en la dependencia. Permite que cada uno de nosotros acepte nuestra vulnerabilidad. Ya no tenemos que escondernos en la vergüenza o la autosuficiencia. Usted y yo podemos escoger apoyarnos en nuestro Padre en medio de una gama completa de acontecimientos desastrosos y deliciosos, orando: «¡Por favor, Dios, sálvame, ven, Señor, y ayúdame! (Salmo 70:1)». Nos apoyamos en la dependencia del Señor, dependemos de los más cercanos a nosotros, y nos apoyamos también en los santos que nos han precedido en la fe. Hace mil seiscientos años, un líder cristiano europeo llamado John Cassian publicó un relato de sus conversaciones con monjes que vivían en un desierto de Oriente Medio. Un monje más antiguo, Isaac, había compartido esta oración del Salmo 70 con el joven Juan en su visita a su monasterio. El libro de Juan y la oración de Isaac han tenido tal influencia que hasta hoy muchos cristianos de todo el mundo comienzan épocas de oración con el versículo de la Escritura que Isaac recomendó a Juan Cassiano. Y en los días en que todavía tengo suficiente para escuchar la llamada, Apóyate en mí, yo también me uno a esta práctica de oración, gracias en parte a Juan Cassiano, a Isaac y a sus compañeros monjes.