Devocional 5 Claves para Liderar con Madurez

Clave 1: El llamado al crecimiento

Comprender la madurez espiritual es esencial para la vida de un líder de alto impacto. La Escritura nos enseña que no fuimos llamados a permanecer en la infancia espiritual, sino a avanzar hacia una fe firme, profunda y transformadora. Obviamente este crecimiento no ocurre por inercia; requiere intencionalidad, disciplina y una relación estrecha con el Señor.

En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo confronta a la iglesia por su falta de crecimiento. Aunque habían pasado varios años desde que recibieron el Evangelio, aún no estaban preparados para recibir alimento sólido. Su diagnóstico es claro: «seguían siendo niños en Cristo, dominados por actitudes carnales».

La madurez espiritual, entonces, no es un estado estático, sino una progresión. Pablo esperaba que, en un lapso de cinco o seis años desde la fundación de la iglesia en Corinto (alrededor del año 50 d.C.), los creyentes hubieran alcanzado un nivel de crecimiento tal que pudieran ser considerados espirituales. Sin embargo, en el año 56 d.C., aún no lo eran. Es decir, que tranquilamente un creyente puede estar durante 313 domingos asistiendo nominalmente a una iglesia local y ser un perfecto neófito de la palabra de Dios, creer verdades absolutas y no ponerlas en práctica, y peor aún, mostrar debilidades de carácter en muchas áreas de la vida cotidiana.

Esto nos lleva a una verdad importante: es posible no avanzar en ciertas áreas de la vida espiritual, sin perder todo lo que se ha ganado en otras. En consecuencia, algunas inmadureces afectan más profundamente nuestra relación con Dios y con los demás, debilitando el carácter y la sensibilidad espiritual.

La madurez entonces se manifiesta en un cambio tangible de pensamiento y conducta. Es el paso de una vida dominada por impulsos carnales a una existencia guiada por el Espíritu. Este cambio no solo transforma nuestra relación con Dios, sino también la manera en que nos relacionamos con los demás. Si llevamos este exhorto a nuestro liderazgo, ¿qué deberíamos hacer? Dejar atrás la envidia, las divisiones, las contiendas, y buscar la unidad en Cristo.

Asimismo, la madurez espiritual se refleja en la capacidad de recibir, comprender y aplicar enseñanzas más profundas de la fe. No se trata solo de conocimiento, sino de responsabilidad. Ser maduro es ser lo suficientemente consciente como para asumir las consecuencias de nuestras decisiones. Es vivir con propósito, con dominio propio, y con una visión de la responsabilidad del discipulado.

Líder: En palabras simples: madurez es ser responsable de uno mismo ante Dios y ante los demás. Es dejar de ser niño en la fe para convertirse en un discípulo útil en las manos del Señor.