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Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman; esto es, a los que son llamados conforme a su propósito.

Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni ángeles ni principados ni lo presente ni lo porvenir ni poderes ni lo alto ni lo profundo ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.

Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque no sabemos cómo debiéramos orar pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles.

¿Qué, pues, diremos frente a estas cosas? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús

Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz.

Más bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligros, o espada?

Y el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios.

Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu.

El que no eximió ni a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con él todas las cosas?

El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios ni tampoco puede.

Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora.