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Lejos de Casa, Cerca de Dios

DÍA 3 DE 3

Un hogar sin fronteras

Jesús mismo conoció lo que es ser extranjero. Dejó su trono celestial y vino a este mundo como siervo. Antes de hablar o hacer milagros, fue un niño refugiado. José y María tuvieron que huir a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes. Jesús conoció el desarraigo; Él te comprende.

Él sabe lo que significa vivir en una tierra que no es la tuya. Renunció a sus privilegios divinos, se hizo humano, vivió sirviendo y murió injustamente en una cruz. Cada paso que dio estuvo lleno de propósito, humildad y amor. Lo hizo por ti, para abrirte el camino a un hogar que ningún documento ni frontera puede quitarte: el hogar eterno en la presencia de Dios.

Jesús no solo entiende lo que sientes; Él vino al mundo por ti. Su sacrificio fue suficiente para borrar tu pasado y darte una nueva ciudadanía: la del Reino de los Cielos.

Cuando Él murió, tomó nuestro lugar. Pagó el precio de nuestro pecado, ese vacío que nos separa de Dios. Y al resucitar, nos abrió la puerta a una vida nueva, llena de esperanza y propósito.

Tal vez tú, como extranjero que dejó su país, su idioma y su gente, aún sientes un vacío que nada ni nadie ha logrado llenar del todo. Ese anhelo de pertenecer es más profundo de lo que parece: es el alma deseando volver a su Creador.

El apóstol Pedro escribió:

“Ustedes son extranjeros y residentes temporales” (1 Pedro 2:11).

No es un llamado a sentirnos fuera de lugar, sino a recordar que este mundo no es nuestro destino final; vivamos en nuestro país natal o no, todos somos inmigrantes. Dios nos invita a vivir con los ojos puestos en lo eterno, sabiendo que nuestra verdadera casa está en Él.

Jesús mismo dijo:

“En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar?" (Juan 14:2 NTV).

Él no solo te comprende; te espera. Te ofrece un hogar donde hay descanso, perdón y propósito. No importa de dónde vengas, cuánto hayas perdido o qué tan lejos te sientas: en Cristo hay lugar para ti.

Y si aún no has confiado en Jesús como tu Salvador, hoy puedes hacerlo. No necesitas palabras perfectas, solo un corazón dispuesto. Puedes orar así:

Oración de fe:

Señor Jesús, gracias por dejar tu trono y venir a este mundo por mí. Reconozco que te necesito, que he pecado y he intentado vivir lejos de Ti. Hoy creo que moriste por mis pecados y que resucitaste para darme vida nueva. Te abro mi corazón y te recibo como mi Señor y Salvador. Hazme parte de tu familia y enséñame a caminar contigo cada día.

Amén.

Reflexión:

Si ya conoces a Cristo, recuerda: eres embajador(a) del Cielo en la Tierra. Tu verdadera ciudadanía, la del Reino de Dios, nunca se pierde. Vive con humildad sirviendo, como lo hizo Jesús.

Acerca de este Plan

Lejos de Casa, Cerca de Dios

Ser inmigrante está lleno de desafíos y emociones encontradas: enfrentas miedo, nostalgia e incertidumbre. Este devocional de tres días te guía a través de las historias de Abraham, el pueblo de Israel y Jesús, mostrando cómo Dios acompaña a quienes viven como minoría en países extranjeros. Encuentra aliento para florecer, valentía para avanzar y consuelo en la promesa de que tu verdadera ciudadanía y hogar están siempre en Dios.

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Nos gustaría agradecer a Lu Mackey por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: lumackey.com