Dolor O SufrimientoMuestra

En 1 Samuel 16:11-13 leemos cómo Dios escoge a David, el menor de los hijos de Isaí, para ser rey de Israel. Era apenas un joven pastor de buen parecer, y fue ungido por el profeta Samuel. Desde ese momento, el Espíritu del Señor vino con poder sobre él. Aunque joven, David tuvo que enfrentar pruebas muy difíciles.
Poco después, cuando Israel temblaba ante el gigante Goliat, este muchacho de apenas 17 años se levantó con valentía y, confiando en el Señor todopoderoso, lo derrotó (1 Samuel 17:32-50).
De pronto, el joven pastor se convirtió en héroe nacional. El pueblo lo amaba tanto que le compusieron canciones (1 Samuel 18:6–7). Su fama creció rápidamente, pero junto con ella, surgieron los celos del rey Saúl.
David fue recibido en el palacio por Jonatán, su mejor amigo, e hijo del Rey Saul y allí cantaba salmos ante el rey. Sin embargo, el Rey, aquel que había sido su mentor y ejemplo comenzó a perseguirlo, deseando matarlo. ¡Imagínalo! Un joven de apenas 18 o 19 años huyendo de su propio rey, el hombre que admiraba, y de todo el ejército de los filisteos, sus enemigos.
Sin hogar ni refugio, David se escondió en una cueva: la cueva de Adulam. No estaba solo. Dice la Escritura: “Se juntaron con él todos los afligidos, los endeudados y los amargados de espíritu, y fue hecho jefe de ellos” (1 Samuel 22:2). Allí, rodeado de unos 400 hombres quebrantados, David experimentó una de las etapas más duras de su vida.
Y yo pensaba, Dios mío, uno a los 20 años, y tener que estar rodeado de 400 amargados. Y en una cueva escondiéndose de tal forma que se lo puede decir, voy a dar una vuelta, ya vengo, no, no podía dar una vuelta porque si salías estaban los filisteos prestos a matarte.
La cueva representaba dolor, traición y soledad. Allí se respiraba desesperanza. David había confiado en Saúl, y ahora ese mismo hombre lo perseguía. ¿Alguna vez te has sentido así? ¿Traicionado por alguien en quien confiaste profundamente —un amigo, un cónyuge, un líder? David conocía ese dolor.
Y por si fuera poco, debía ser líder y esperanza para quienes estaban igual o peor que él. De ser el favorito del rey, pasó a ser el jefe de los olvidados. ¿Te ha pasado? Tener que sostener a otros cuando tú mismo te sientes vacío.
La cueva de Adulam se convierte así en una escuela. Una escuela donde el quebranto moldea el carácter, donde el dolor se transforma en dependencia de Dios. Y aunque cada dolor es distinto —porque no podemos comparar el sufrimiento de uno con el del otro—, todos necesitamos aprender lo mismo: que Dios usa el dolor para formar nuestro corazón (Proverbios 17:3)
Algunos sufrimientos los provocamos nosotros mismos; otros llegan sin aviso. Pero lo importante es no quedarnos allí. Dios quiere sacarnos de la cueva. Salir del sufrimiento comienza cuando dejamos que Él obre en lo profundo del corazón. En cada etapa difícil, tendremos que decidir si nos quedamos atrapados o si dejamos que Dios nos levante.
Porque, como David, la cueva puede ser el lugar donde termina tu fuerza… pero también donde comienza tu reinado.
Acerca de este Plan

Este plan devocional aborda la realidad del dolor como parte de la vida y muestra que el sufrimiento nace cuando nos quedamos atrapados en él. A través de la historia de David en la cueva de Adulam, aprendemos que Dios usa los momentos más difíciles para formar el carácter, fortalecer la fe y guiarnos a una vida con propósito. Cada día nos invita a tomar decisiones que transforman el dolor en crecimiento espiritual y en adoración. Dios no quiere que la cueva sea nuestro destino, sino el lugar donde descubremos Su presencia y esperanza para avanzar.
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