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Naciendo en Un PesebreMuestra

Naciendo en Un Pesebre

DÍA 2 DE 3

El altar en lo sencillo

Después de aquella noche en Belén, cuando el mundo siguió su rutina sin notar lo que acababa de suceder, una luz comenzó a brillar en el cielo.

Era una señal para quienes estaban atentos, para unos sabios que habían aprendido a leer los susurros del cielo.

“Y he aquí unos magos vinieron del oriente a Jerusalén, diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.” Mateo 2:1–2

Ellos dejaron todo atrás: su tierra, su comodidad, sus certezas y emprendieron un viaje largo movidos por una sola convicción: valía la pena buscar al Rey.

Cada paso los acercaba no a un trono, sino a un pesebre. Y aun así, cuando lo encontraron, no dudaron ni un instante. Se postraron, le adoraron y le ofrecieron presentes.

Qué escena tan sagrada. El brillo del oro mezclado con el olor del heno. El incienso elevándose en un establo. La mirra perfumando el aire que rodeaba a un niño dormido.

Todo lo que el mundo consideraba valioso, depositado ante lo que parecía insignificante. La majestad postrada ante la humildad.

El oro representaba su realeza, el incienso su divinidad, y la mirra su propósito redentor.

No eran regalos casuales; eran declaraciones: “Creemos quién eres.”

Y pienso… si aquellos hombres, con tan poca información, trajeron ofrendas tan significativas, ¿qué puedo traer yo hoy ante el mismo Rey?.

Tal vez no oro, pero sí mi obediencia, tal vez no incienso, pero sí mi adoración, tal vez no mirra, pero sí mis heridas, mis luchas y mis silencios.

Porque todo lo que le entregamos con amor, Él lo transforma en algo santo.

Adorar no siempre es cantar o hablar; a veces es rendir lo más profundo. Es presentarle el cansancio, la espera, los sueños, los miedos… y ponerlos a sus pies. Es decirle con nuestra vida: “Aquí está todo lo que tengo, aunque sea poco, lo traigo a Ti.”

Y en ese acto sencillo, el cielo vuelve a tocar la tierra.

Belén nos recuerda que la adoración verdadera no necesita un lugar perfecto, sino un corazón dispuesto.

Los magos no se detuvieron ante la pobreza del entorno; ellos vieron al Rey, no al establo.Y eso lo cambia todo.

Quizás Dios sigue esperando lo mismo hoy: corazones que se inclinen ante Él, no para impresionar, sino para rendirse. Corazones que comprendan que el mayor regalo no es lo que damos, sino el gesto de reconocer quién es Él.

Porque cuando lo reconocemos, algo cambia dentro de nosotros.

La humildad del pesebre se convierte en altar. Y cada acto de entrega, por pequeño que parezca, se vuelve adoración.

Como aquellos magos, podemos acercarnos hoy y abrir nuestros tesoros, lo que somos, lo que tenemos, lo que anhelamos, y dejarlo ante Jesús, sabiendo que nada es demasiado poco para quien lo llena todo.

Así sucede siempre: cuando traes lo pequeño con amor, en sus manos se vuelve valioso y eterno.

Acerca de este Plan

Naciendo en Un Pesebre

Cada diciembre recordamos el nacimiento de Jesús, pero más allá del pesebre, los ángeles o las luces, hay una verdad profunda: Él eligió nacer en lo humilde. No buscó un lugar perfecto, sino un corazón dispuesto. Y quizás ese sea el mensaje más hermoso de la Navidad: que Jesús sigue queriendo nacer hoy, no en un lugar adornado, sino dentro de ti. Que Su amor, Su paz y Su humildad encuentren un espacio en tu corazón,

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Nos gustaría agradecer a Un café con Jesús por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/_uncafeconjesus?igsh=MXV1ZW1oOWtwNm16dA==&utm_source=qr