Definiendo la paz

Por lo tanto, “la paz” muchas veces se define como la condición de vida que debería ser de acuerdo con nuestros conceptos. Pero:

¿Quién tiene derecho a determinar qué debería o no debería ser la paz de Dios?

Si todos pudiéramos conseguir el tipo de paz que queremos, sería una paz impuesta. La paz no puede ser determinada por nuestros propios puntos de vista parciales o necesidades egoístas. Nuestro estándar de paz tampoco puede ser fijado por nuestras propias normas ni por las de una sociedad turbulenta.

Entonces: ¿hacia dónde podemos mirar, a nosotros mismos o a la sociedad?

La Paz debe ser definida por la Palabra de DIOS:

Juan 14:26-27. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. 27 La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.

La paz de Dios es el regalo del Espíritu Santo cuando viene a morar a nuestras vidas.

Si lo amas, y guardas su palabra, hay una preciosa promesa: Dios te entregará la Paz que sobrepasa todo entendimiento. No importa tu condición o situación externa para poder experimentar la PAZ que sobrepasa todo entendimiento:

Marcos 4:35-39. Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.

Jesús les dijo a sus discípulos en una ocasión:
“Pasemos al otro lado del lago.”

Entonces se levantó una gran tempestad contra ellos, al punto de que pensaban que perecerían. Pero la paz de Dios (el Espíritu Santo), que habitaba en el interior de Jesús —y que también está en tu interior—, se manifestó hacia el exterior y tomó control de la situación.

Creemos, según nuestro propio concepto, que la paz de Dios consiste en que todo esté bien; pero tener la paz de Dios se trata de dos cosas muy importantes:

1. Cuando ellos (Padre, Hijo y Espíritu Santo) vienen a morar en ti, te dan esa paz interna:

Juan 14:23. Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él.

La Trinidad de Dios viene a morar en ti a través de su precioso Espíritu cuando cumples con el requisito de amarlo y guardar sus mandamientos:

El que ama y guarda sus mandamientos siempre se encuentra en una condición constante de relación, y una buena relación depende de lo siguiente:

• Buena comunicación: se basa en la honestidad y en la capacidad de expresar tus necesidades y sentimientos, entendiendo que Dios es tu Padre y quiere lo mejor para ti, pero también escuchando toda instrucción (mandamientos) de parte de Él.
• Respeto mutuo: implica aceptar a Dios tal como es, valorar su voluntad y no insultarlo con nuestras ideas de cómo debe ser su paz. Recordemos que no debemos resistir ni contristar al Espíritu Santo, para que su paz pueda manifestarse en nuestras vidas.
• Complicidad: Dios quiere tener complicidad con el ser humano en todos los momentos de la vida: en la salud o en la enfermedad, en el trabajo o en los problemas personales. Él desea que lo conozcas como el Dios de todo en tu vida y para todo. Es como un equipo que se acompaña y celebra los éxitos: alabándolo, glorificándolo y reconociéndolo, sabiendo que sin Él nada es posible y que con Él todo es posible. Él nos dará identidad, nos consolará, nos llenará de su poder, nos alimentará y nos bendecirá con muchas otras cosas más

2. Cuando te levantas y dejas de enfocarte en tu situación o condición externa, puedes exteriorizar lo que existe en tu interior. Al hacerlo, el Espíritu Santo toma control de tu circunstancia y la paz comienza a reinar.

Marcos 4:39. Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza.

Para poder hacer esto debemos de vivir una vida de constante reconocimiento a Él, se trata de saber que Él está en tu interior y debes de reconocerlo en todo momento en esta relación. No solo cuando lo necesitamos y clamamos a Él como un bombero para que apague el fuego en emergencias solamente.

¿Por qué? Porque toda relación que se necesite solo por un momento se convierte en una relación de una noche solamente, y Dios no quiere una relación de una noche, sino una relación de pareja. Recuerden: Él viene por su novia, por su prometida, por su amada —la Iglesia.

Jesús se levantó y confesó, trayendo de su interior al precioso espíritu de Dios a su situación, alineó su boca con la palabra y desato su relación a su entorno, para traer bonanza.

Hoy te pregunto: ¿qué tipo de relación tienes con Su Espíritu en tu interior?

¿Tienes una relación de bombero, solo para apagar fuegos de emergencia por un día, o tienes una relación de novia, prometida y amada?

Te reto a que comiences a hablar, escuchar, alabar, glorificar, reconocer y entender Su preciosa paz; así llegarás a nuevos niveles en tu relación con Dios que te sorprenderán. Recordemos que Jesús tomó a doce discípulos y caminó con ellos, enseñándoles a todos quién era Él. Pero había otro nivel de relación: tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó al monte de la transfiguración, donde se les mostró Su gloria. Atrevámonos a ir a lugares más altos de relación con el Espíritu Santo, y Él se manifestará en nuestra vida como la paz que sobrepasa todo entendimiento.