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Servir Como Jesús: Aprendiendo Del Que Lavó Los Pies

DÍA 2 DE 5

Día 2 – Pies sucios, corazones amados

Versículo base:

“Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: Señor, ¿tú me lavas los pies a mí? Jesús le respondió: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después” — Juan 13:6–7

Reflexión:

El momento en que Jesús se acerca a Pedro revela una de las escenas más humanas y más divinas del Evangelio. Pedro, conmovido y confundido, no puede comprender cómo su Maestro, el Hijo de Dios, está arrodillado frente a él con una toalla y un balde de agua.

Esa imagen le rompe toda lógica. Por eso reacciona: “Tú no me lavarás los pies jamás".

Pedro representa a muchos de nosotros: nos cuesta dejar que Jesús toque las partes de nuestra vida que consideramos sucias. Nos sentimos indignos, avergonzados o simplemente pensamos que hay cosas demasiado rotas para que Él las toque. Pero el Maestro insiste. Él no teme la suciedad; la redime.

Jesús no vino a buscar pies limpios, vino a limpiar pies cansados.

No se escandaliza de nuestra condición ni retrocede ante lo que el mundo llamaría impuro. El amor de Cristo se manifiesta en los lugares donde otros no quieren entrar: en las heridas, los traumas, los errores y las zonas ocultas del corazón.

Cuando Pedro dice: “No me lavarás los pies jamás”, Jesús responde con una verdad contundente:

“Si no te lavare, no tendrás parte conmigo” (Juan 13:8).

Es decir: “Si no me dejas tocarte, no podrás experimentar la comunión que deseo tener contigo". Hay cosas que solo se sanan cuando permitimos que Jesús nos lave.

Y ese lavamiento no es solo físico, es espiritual: limpia la culpa, el orgullo, la dureza y el autosuficiente “yo puedo solo”. Permitir que Jesús lave tus pies es rendirte al amor que desarma. Es dejar que Él toque lo que escondes, que vea lo que te da vergüenza y que transforme lo que tú no puedes cambiar.

El lavamiento de los pies no es humillación, es restauración. Es el símbolo más puro de un Dios que se arrodilla ante su creación para sanar su polvo. A veces pensamos que Jesús nos quiere arreglados para acercarnos a Él, pero no es así. Él quiere acercarse para limpiarte, no castigarte. Quiere purificar tu caminar, renovar tu paso y enseñarte que no hay nada tan sucio que Su amor no pueda limpiar.

Aplicación:

Hoy, pregúntate:

  • ¿Hay alguna área de mi vida que he mantenido lejos de Jesús por vergüenza o miedo?
  • ¿Le he impedido que lave mis pies porque me siento indigno?

Invítalo a ese lugar. No temas si se ve feo o desordenado. Jesús se arrodilla justo ahí. Deja que el agua de Su amor te lave, y verás cómo no solo limpia, sino que también sana y restaura.

Oración:

Maestro amado, gracias porque no temes tocar mis partes rotas. Tú conoces mis caminos, mis heridas y mis errores, y aun así decides inclinarte para lavarme. Hoy bajo mi defensa y te dejo entrar. Lava mis pies, limpia mi corazón, renueva mis pasos. Hazme entender que cuando Tú me tocas, no me ensucias: me santificas.

Amén.

Escrituras

Acerca de este Plan

Servir Como Jesús: Aprendiendo Del Que Lavó Los Pies

Jesús no sólo habló del amor, lo demostró. En la última cena, el Maestro se levantó de la mesa, se ciñó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. En ese acto nos enseñó que el verdadero liderazgo nace del servicio y la humildad. Este plan, inspirado en la canción “Maestro” de Nayeth Perea Ft Madely Marquez, te llevará a mirar a Jesús como el Maestro que enseña sirviendo y que nos llama a hacer lo mismo: amar, limpiar y restaurar con nuestras manos y corazones.

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Nos gustaría agradecer a Nayeth Perea Rojas por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/nayethpereamusic