Dios en El Centro De Mi VoluntadMuestra

Dios Recompensa a los que Esperan en Él
El episodio pasado aprendimos de Nehemías a poner a Dios en el centro de nuestra voluntad por encima de comodidades y preferencias personales. Pero hoy aprenderemos que Dios recompensa a los que esperan en él.
Y es que muchas veces vamos a la iglesia y, al final de la reunión, pedimos oración por nuestros problemas o necesidades, y regresas a tu casa con el corazón motivado, confiando en el Señor, en que todo estará mejor. Pero llega el lunes y las cosas no cambiaron, y el martes parece que, en lugar de resolverse, el problema o la necesidad simplemente se agravó. Sabes, estas cosas pueden entristecernos y, a veces, hasta hacer que perdamos la esperanza en las promesas de Dios.
¿Qué hacer cuando estás confiando y las cosas no suceden? Me encanta la Palabra de Dios porque eso es precisamente lo que nos responde este pasaje.
Al llegar al capítulo 2 de Nehemías, se nos dice que han pasado cuatro meses desde que Nehemías comenzó a orar. Cuatro meses en ayuno y oración, desconsolado por la situación de su nación y sin poder hacer nada en términos humanos, pero pidiéndole a Dios su intervención.
En ocasiones podemos ser muy impacientes en la oración, queriendo que Dios responda de inmediato, pero las cosas no funcionan así. La oración es confiar en Dios, pero la espera es parte de la oración.
Quiero que escuches estos pasajes:
Salmos 5:3 — “Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti y esperaré".
Salmo 27:14 — “Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová"
Salmo 33:20 — “Nuestra alma espera a Jehová; nuestra ayuda y nuestro escudo es él".
Salmo 37:7 — “Guarda silencio ante Jehová y espera en él; no te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades".
Salmo 37:34 — “Espera en Jehová y guarda su camino, y él te exaltará para heredar la tierra; cuando sean destruidos los pecadores, lo verás".
Salmo 130:5 — “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma, en su palabra he esperado".
Vaya, creo que con todo esto es suficiente para que te des una idea de lo importante que es saber esperar en Dios y confiar en su fidelidad y en su palabra.
Lo que pasa es que vivimos en una generación en que todo es ya, rápido, y si no, me enojo, me desespero, manoteo, hago berrinche. Se ha perdido el sabor de entender que las cosas buenas cuestan y toman tiempo.
Algunos niños, si no terminan el rompecabezas en quince minutos, lo botan y se van a otra cosa. Pero eso no es lo más grave: muchos no saben esperar para el amor, y andan jugando a ser adultos con todos los chicos o chicas que conocen. Queremos todo ya: computadoras que no tarden en encender, celulares que tomen fotos rápido. Y pobre de la cajera si tarda un poquito más de la cuenta, porque toda la gente le reclama.
Y entonces nos traemos ese ferrocarril a nuestras oraciones y queremos que Dios haga todo a nuestro ritmo y en nuestro tiempo. Pero no es así. A Dios no lo podemos presionar. Tenemos que aprender a depender de él, a confiar en sus tiempos, en que estos son perfectos.
Ahí está Nehemías delante del rey, sirviéndole como siempre. Pero este día fue algo especial: al copero se le notaba que algo traía.
“¿Por qué está triste tu rostro, pues no estás enfermo? ¿No es esto sino quebranto de corazón?”
Artajerjes se percata de que algo anda mal con su copero, y dice Nehemías al final del versículo 2: “Entonces temí en gran manera"
¿Por qué temió en gran manera si el rey solamente le estaba preguntando qué tenía? No nos dice por qué, pero si te acuerdas de Asuero, el papá, el día que la reina Vasti le hizo un desaire, la mandó al exilio y se buscó otra reina. Por eso tenemos el libro de Ester.
Pero yo creo que el temor de Nehemías es más bien porque ha llegado la hora que había estado esperando. Cuando oró al final del capítulo 1, cuatro meses atrás, decía al Señor: “Concede ahora buen éxito a tu siervo, y dale gracia delante de aquel varón".
Es como si Dios le dijera: “Nehemías, ahí está la oportunidad que pediste. Ahora, ¿qué vas a hacer?” A veces oramos sin pensar que Dios responderá nuestras oraciones, y cuando el Señor responde, nos congelamos y no sabemos qué hacer.
A Nehemías le llega el momento, y me encanta, porque no le responde al rey directamente, sino que le responde con una pregunta. Pero en su respuesta, este hombre nos da un ejemplo de respeto, de reverencia, de humildad, que muchos de nosotros deberíamos aprender con aquellas personas que están en autoridad sobre nosotros.
Mira el versículo 3: “Y dije al rey: Viva el rey para siempre. ¿Cómo no estará triste mi rostro, cuando la ciudad, casa de los sepulcros de mis padres, está desierta y sus puertas consumidas por el fuego?”.
La prudencia es algo tan valioso. Cuando somos imprudentes, también es porque no estamos sabiendo esperar en Dios. La paciencia desarrolla prudencia, y viceversa.
Pero Nehemías no solo es prudente, sino que sabe cómo hablarle al rey. ¿Qué tiene que ver el sepulcro de sus padres con la ciudad en ruinas? Pues realmente nada, pero si conocías, sabías que él era de la dinastía aqueménida, es decir, de los pocos persas que tenían en gran estima la muerte. La mayoría de los persas no tenían problemas con dejar los cadáveres al aire libre, a merced de las fieras, pero unos pocos, como Artajerjes, sí tenían en gran estima la sepultura.
De modo que Nehemías está apelando a las fibras de Artajerjes y está teniendo cuidado de no mencionar la palabra “Jerusalén”, porque sabe que esto traería a la memoria del rey las rebeliones pasadas. Así que solo menciona “la ciudad, casa de los sepulcros de sus padres”.
A lo que el rey responde en el verso 4: “Entonces me dijo el rey: ¿Qué cosa pides? Entonces oré al Dios de los cielos".
¿Sabes? Este versículo es clave en todo lo que hemos estado estudiando. Hablamos de poner a Dios en el centro de nuestra voluntad, y qué mejor ejemplo que, cuando por fin se abre la puerta, poder venir a Dios en oración y pedir su dirección y su gracia.
Nehemías responde cosas como: “Si le place al rey, y tu siervo ha hallado gracia delante de ti…”. Y entonces le pide que lo envíe a reedificar la ciudad de los sepulcros de sus padres.
Pero no es lo mismo decir “déjame ir” que decir “envíame”. No es lo mismo “déjame hacer lo que me da la gana” que “mándame a hacer algo y voy como enviado de ti”. En todo momento, Nehemías honra la autoridad que está sobre él, le da su lugar, y es lo suficientemente amable para que el rey le diga: “Está bien, pero ¿cuánto tiempo te vas?”.
¿Viste? Dice Proverbios que las palabras suaves son como panal de miel.
Ahora, es bien interesante que el rey lo toma desprevenido. Nehemías sabía lo que quería y sabía lo que tenía que hacer. Imagínate que el rey le pregunte: “¿Cuánto tiempo necesitas?” y que Nehemías hubiera dicho: “Ah, no sé, dos meses, tres meses, un año, bueno, en cuanto termine". Hombre, el rey lo hubiera mandado muy lejos.
Muchos cristianos creen que la fe en Dios va a hacer todas las cosas por ellos, pero se les olvida que Dios nos ha dado la inteligencia, la capacidad y una serie de dones y talentos para que los usemos para su gloria. Tienes que hacer un buen plan, orar en todo el proceso, pero hacer tu plan: de negocios, de gastos, de costos. Cuesta trabajo.
Lo mismo con tu trabajo, las horas extras, si pagarás o no colegiaturas, si te cambias o no de ciudad. No porque se te ocurrió irte a vivir a Estados Unidos o a Timbuctú quiere decir que esté bien que lo hagas o que te vaya a ir bien. Tienes que tener un buen plan, bien pensado.
Mira qué importante es planear. Si Nehemías no hubiera planeado las cosas bien, no solo no habría podido responder al rey —y hacer que el rey sospechara mil cosas de su copero—, sino que imagínate que le dice “vete y que te vaya bien”. Entonces Nehemías llega a la frontera de la primera provincia y lo detienen:
—¿A dónde vas?
—Pues voy a Jerusalén, a construir los muros.
—¿Con permiso de quién?
—Del rey Artajerjes.
—Muéstrame los papeles.
Y tendría que ir de regreso a conseguir los papeles para cruzar la provincia, después de recorrer 1,800 kilómetros a caballo, llegar a Jerusalén y decir: “Ups, necesitamos madera.” Y entonces ir a la maderería a ver si le dan la madera, y al llegar ahí: “Necesitamos la forma amarilla, la rosa, la verde, el sello real". Y ahí va de regreso otros 1800 kilómetros sobre la misma cabalgadura incómoda.
¿Me explico? Muchos de nosotros oramos pidiendo al Señor un milagro, pero no hacemos nuestra parte. Queremos que prospere nuestro negocio, pero nos metemos autogoles con nuestras malas decisiones. Queremos que mantenga a nuestros hijos en su camino, pero no nos esforzamos por modelarles el amor y la gracia de Dios. Queremos que haya paz y armonía en nuestros hogares y unidad en nuestro matrimonio, pero no seguimos las instrucciones que nos ha dado en su Palabra, y terminamos caminando de regreso miles de kilómetros inútilmente, cuando pudimos haber planeado, haber hecho nuestra parte y recibir el éxito de parte de Dios, a los que esperan en él.
Nehemías ya tenía todo planeado. Mira, cuando uno hace la parte que le toca, y espera en el Señor, y confía en su llamado, Dios nos sorprende con la abundante gracia de su favor sobre la tarea que nos ha llamado a realizar.
¿Cómo te está llamando Dios a ti? ¿Cómo te ha equipado para servir al reino de los cielos? ¿Cuáles son esos dones, esas características únicas que Dios te ha dado? ¿Hay algo que inflame tu corazón de pasión? A lo mejor son los niños, o los enfermos, o los pobres, o los adolescentes, o la enseñanza, o las misiones, o los perdidos, qué sé yo, no lo sé. Pero comienza a orar, a soñar y a planear los sueños que Dios ha puesto en tu corazón, para que cuando sea el tiempo de Dios, estés preparado para ser usado por el Todopoderoso.
Escrituras
Acerca de este Plan

¿Sabías que a Dios le place hacer su obra a través de las personas y quiere invitarte a participar de ella? ¿Te animas a dejar tu zona de confort para involucrarte en lo que Él te pida hacer? Jorge Salazar recorre la vida de Nehemías, quien pasó de ser el copero del rey de Persia a ser el líder de la reconstrucción de los muros de Jerusalén. Para esa misión debió superar distintos obstáculos, burlas, menosprecio y amenazas. Pero el Señor nunca lo abandonó y se impuso a todos sus enemigos con una obra maravillosa.
More
Nos gustaría agradecer a Estudia La Palabra por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: estudialapalabra.com









