Contrastes. El Corazón Del CreativoMuestra

Edificar con belleza vs. Impresionar con ego

Hace poco conocimos a Itzel y Joel, un matrimonio con mucho estilo y una creatividad única. Coincidimos en una iglesia: ellos junto con mi esposo en el equipo creativo, y yo en el de alabanza. Su labor era vestir cada domingo el área visual de la serie que se compartía en la iglesia: pantallas internas y externas del auditorio, redes sociales, flyers y todo lo relacionado con la comunicación visual. La manera en que trabajaban dejó una huella profunda en mi corazón, tanto que, aun con el paso de los meses, sigo recordando algunas prédicas solo por su arte.

Hubo una serie de cinco domingos, donde la predicación junto con su creatividad nos llevó de la mano hacia una vida auténtica y tan atractiva que hacía irresistible mirar hacia Jesús. No eran solo diseños, eran invitaciones silenciosas pero poderosas para detenerse, reflexionar y querer seguir a Jesús. Lo sorprendente es que su creatividad no se apoyaba en lo extravagante, sino en lo cotidiano: audiovisuales sencillos, fotografías con frutas comunes; naranjas, manzanas, plátanos y mangos, etiquetas muy mexicanas llenas de color. Todo parecía tan simple, pero en esas formas tan cercanas lograban transmitir belleza y profundidad. Me parece que no buscaron impresionar con ego, sino reflejar con excelencia lo eterno en lo ordinario.

Uno de los riesgos al que el ser humano se expone cuando el ego dirige su creatividad es que siempre busca el aplauso, no el propósito. Cuando un creativo se mueve desde el deseo de impresionar, su obra puede ser brillante a los ojos humanos, pero hueca a los ojos de Dios. El peligro de vivir para la aprobación de otros es que la creatividad pierde su esencia y se convierte en un escenario de orgullo. Jesús mismo advirtió sobre esto en Mateo 6:1 (NVI): “Cuídense de no hacer sus obras de justicia delante de la gente para llamar la atención. Si actúan así, su Padre que está en el cielo no les dará ninguna recompensa.” Lo que nace del ego se extingue con el aplauso; lo que nace del Espíritu permanece y da fruto eterno.

La Biblia es clara al mostrarnos que la vanagloria es peligrosa. Filipenses 2:3 (NVI) dice: “No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos". Crear desde el ego se refleja en la competencia desmedida, la búsqueda de reconocimiento personal y el olvido del propósito de servir. Es un camino que aparenta éxito, pero termina en vacío. Donde hay vanagloria, no hay edificación.

Crear con belleza es levantar algo que apunte al Creador, no al creador humano. Es construir como Bezalel en Éxodo 31, a quien Dios llenó de su Espíritu para diseñar con sabiduría, inteligencia y arte para embellecer el tabernáculo. Esta clase de creatividad no busca resaltar el talento personal, sino glorificar a Dios a través de la excelencia. Cuando edificamos con belleza, dejamos huellas que apuntan al cielo. La creatividad con belleza es un altar, no un escenario.

1 Corintios 10:31 (NVI) nos recuerda: “En conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios". Crear con su Espíritu refleja belleza y excelencia; es la humildad de reconocer a Dios como fuente de inspiración y en la intención de edificar al prójimo. No se trata de impresionar con grandeza externa, sino de impactar con verdad interna.

¿Cómo saber si yo siendo creativo estoy creando para impresionar con ego o para edificar con belleza?

La mejor forma de discernirlo es examinar el corazón antes de crear. Pregúntate: ¿me mueve el aplauso o la obediencia? ¿quiero resaltar mi nombre o el de Cristo? La oración y la Palabra son espejos que revelan nuestras motivaciones más profundas. Si tu obra se sostiene aún sin likes, si tu propósito permanece firme aunque no recibas aplausos, entonces estás creando para edificar con belleza. La pureza del motivo revela la verdad de la creatividad.