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CISTERNAS ROTAS

Capítulo 3: Nuestro deseo saciado.

“Si encuentro en mí mismo un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo” —C. S. Lewis

Parecía un día más en Samaria. A diferencia de las demás mujeres, quienes subían al pozo temprano, ella subía al mediodía (Juan 4:6).

Contaba con un largo expediente de relaciones fallidas, lo que le restaba buen nombre y buena reputación. Quería evitar juicios y evadir miradas, y ya tenía suficiente con la vida que había llevado. Prefería llegar sola después.

Fue así como ese día, en medio de su rutina, llegó a su encuentro un Hombre aún más sediento que ella. Sediento, no de agua, principalmente, sino de la fe de ella.

Le parecía ser un judío más que buscaba charlar de política y religión. Pero lo que ella no sabía era que ese hombre, más que profeta, era el Cristo.

Él conocía cada área oscura de su vida, y llegó hasta ella no para conversar solamente, sino para mostrarle algo que podía transformar el rumbo de su vida.

—¿Agua ilimitada? —“Señor, dame de esa agua, para que no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla” (Juan 4:15, NBLA).

Parecía la oferta perfecta. El recorrido era largo, el cántaro sobre sus hombros pesaba, el calor abrumaba y no era fácil sacar agua de un pozo tan profundo.

Pero el problema era aún más hondo y pesado, y antes de recibir el agua prometida, este debía ser revelado.

Jesús tenía que señalarle cuál era su verdadero pozo: “[…] Ve, llama a tu marido y ven acá” (Juan 4:16, NBLA).

Esta petición, trajo al descubierto el corazón de la mujer, quien acertadamente respondió: “«No tengo marido» […]” (Juan 4:17, NBLA).

No era el pozo lo que la tenía cansada; era la búsqueda de agua limitada en hombres que no lograban saciar la sed de su corazón.

“[…] Jesús le dijo: «Bien has dicho: ‘No tengo marido’, porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido»” (Juan 4:17-18, NBLA).

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Hoy quiero preguntarte: ¿Cuáles son tus maridos? ¿Qué cosas, al igual que la mujer, has buscado para llenar tu corazón y aún así no han logrado saciarte?

Tal vez, al igual que ella, han sido relaciones que han intentado llenar tu soledad. Puede que se trate de múltiples trabajos, de los cuales ninguno termina de contentarte. O tal vez has acumulado múltiples posesiones, pero tu corazón sigue estando vacío.

Has tenido mucho, pero aun lo que ahora tienes tampoco te llena.

Porque “cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed” (Juan 4:13, RVR60)… y Jesús no hablaba del pozo.

Él apunta hacia nuestras cisternas rotas; hacia nuestros incontables maridos.

“pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan 4:14, NBLA).

Y, al igual que la mujer, antes de recibir el agua, debemos reconocer lo que por mucho tiempo hemos reemplazado por la verdadera fuente de vida.

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Reflexiona hoy en qué cosas han estado ocupando ese lugar que corresponde a Dios y han llegado a convertirse en ídolos del corazón. Pide perdón por ello al Señor, lleva a Sus pies cada deseo insatisfecho y ora que Él alumbre los ojos de tu entendimiento (Efesios 1:18) para contemplar mejor a Cristo, el Marido perfecto.

Recuerda: Recursos limitados no satisfacen deseos ilimitados. Sólo lo Eterno podrá saciar corazones creados para la Eternidad.

Deja tu cisterna rota y mira a Cristo. Llénate de Él, y nunca más tendrás sed.

“Fija tus ojos en Cristo. Tan lleno de gracia y amor. Y lo terrenal sin valor será a la luz del glorioso Jesús”

— Himno: Fija tus ojos en Cristo, Fanny J. Crosby.