Emmanuel: La Presencia De Dios Que Transforma Tu Vida.Muestra

Día 4: Emmanuel – Príncipe de paz

Espero que ayer hayas podido encender la luz de Cristo en tu vida y reflejarla en quienes te rodean. Porque cuando Su luz brilla, algo poderoso sucede: la oscuridad pierde poder y el corazón halla reposo. Y es en ese descanso donde descubrimos otra faceta de Emmanuel: Él es el Príncipe de paz.

Hace unos años, un grupo de arqueólogos encontró en las catacumbas romanas un dibujo muy extraño: un pequeño barco en medio de una tormenta, con olas gigantes, el cielo oscuro y los remos rotos. Dentro del barco había una figura dormida con una paz indescriptible. Era la imagen de Jesús en la tormenta (Marcos 4:39), un símbolo que los primeros cristianos usaban para recordarse mutuamente que, aunque todo afuera fuera caos, si Cristo estaba en la barca, había paz. Ellos vivían perseguidos, escondidos en cuevas, sabiendo que podían morir en cualquier momento, pero dibujaban esa escena para recordar que la paz no era la ausencia de tormenta, sino la presencia de Jesús en medio de ella.

Y aquí está la revelación: muchos de nosotros vivimos como si la tormenta fuera más grande que Cristo. Pero Jesús sigue diciendo hoy lo mismo que en medio del mar agitado: “Calla, enmudece” (Marcos 4:39). Él no siempre calma lo que está afuera primero, pero siempre trae calma a nuestro interior. Su paz es el recordatorio de que mientras Él esté en tu vida, no hay tormenta que tenga la última palabra.

Ahora míralo en nuestro tiempo: vivimos en un mundo marcado por conflictos, guerras, violencia en las calles, divisiones en las familias y corazones llenos de ansiedad. Basta mirar las noticias para sentir que la paz es casi inalcanzable. Pero Isaías 9:6 nos recuerda la verdad eterna: Jesús no solo es Salvador y Rey, sino también el Príncipe de paz. Quizás ves cómo la violencia, la injusticia o incluso la pérdida de seres queridos roba la paz de muchos. Pero en esos momentos Emmanuel se revela como el Príncipe de paz: no eliminando los problemas, sino reinando en medio de ellos.

Cuando la Biblia habla de paz, no se refiere a una calma superficial. La palabra hebrea shalom es mucho más profunda: significa plenitud, bienestar, integridad y armonía. Es estar completo en Dios, aun cuando alrededor todo parezca desmoronarse. Eso fue lo que Jesús prometió a sus discípulos antes de ir a la cruz: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).

En mi propia vida he podido experimentar esta paz de una manera muy real. Hace poco a mi mamá le diagnosticaron cáncer de mama. Humanamente, esa noticia trae miedo, incertidumbre y muchas preguntas. Gracias a Dios se descubrió a tiempo y el tratamiento está avanzando bien, pero aun así, como familia, hemos sentido el peso del proceso. Sin embargo, en medio de todo, el Señor nos ha llenado de una paz que no podemos explicar. Esa paz nos ha unido en oración, nos ha llevado a buscar más de Su presencia y nos ha recordado que lo que Jesús prometió es verdad: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

Hoy puedo decir que esa paz no viene de que los médicos nos den buenos pronósticos, ni de que todo esté bajo control, sino de Emmanuel, el Príncipe de paz, que permanece con nosotros. Y aún la adoración que Él puso en mi corazón —una canción que nació en oración— ha sido para mí un testimonio vivo de Su presencia en este proceso y que la paz de Cristo no depende de que todo esté en orden afuera, sino de que Su presencia reine en nuestros corazones. En medio del caos, de la enfermedad o de la incertidumbre, Su paz actúa como un escudo que guarda nuestros pensamientos y emociones.

Hoy quiero invitarte a rendir toda preocupación, todo pensamiento que roba tu paz, al Príncipe de paz. Haz una pausa, escribe en una hoja aquello que más carga tu corazón: una enfermedad, una deuda, un conflicto, una inseguridad. Después entrégaselo a Dios en oración, declarando que no quieres llevar esa carga solo. Recuerda que la paz no llega cuando controlas todo, sino cuando reconoces que Cristo reina sobre todo.

Una de las formas en que yo lo hago es a través de la adoración. Dios me regaló hace un tiempo una canción llamada Confiaré en Ti, y cada vez que la canto entrego y pongo en Sus manos mi incertidumbre, mis dudas y mis debilidades. Te animo a escucharla como un acto de fe, dejando que la paz de Jesús llene tu mente y tu corazón.

Oremos:

Señor Jesús, Príncipe de paz, hoy rindo delante de Ti todo lo que inquieta mi corazón. Te entrego mis preocupaciones, mis miedos y mis cargas, porque sé que solo en Ti hay descanso verdadero. Que Tu shalom llene mi mente y gobierne mi interior. Trae calma en medio de la tormenta, armonía en mis relaciones y seguridad en mi caminar. Hazme un portador de Tu paz en mi familia y con quienes me rodean. Hoy decido confiar en Ti, descansar en Ti y vivir en la plenitud de Tu paz. En el nombre del Príncipe de Paz, Jesucristo, Amén. Ayer contemplamos a Emmanuel como nuestra plenitud: en Él descubrimos que nada nos falta, porque en Cristo tenemos todo lo que necesitamos. Pero hoy damos un paso más profundo: Emmanuel no solo llena nuestro vacío, Él rompe la oscuridad que nos rodea. Donde reina la confusión, Él trae claridad; donde el miedo paraliza, Él enciende esperanza; donde la maldad parece avanzar, Su luz resplandece más fuerte. Emmanuel es la luz que ninguna tiniebla puede apagar.