Un pueblo formado para la misión global

Puede leer la conclusión original de la Declaración de Seúl.Lea aquí.

Al concluir este recorrido de 30 días a través de la Declaración de Seúl, recordamos que esto no es el final, sino solo una parte de nuestro viaje para formarnos como fieles discípulos de Jesucristo. A lo largo del último mes, hemos recorrido la historia de la obra redentora de Dios a través de la historia y de la iglesia mundial. Hemos reflexionado sobre el evangelio que proclamamos, las Escrituras que obedecemos, la iglesia que amamos, la dignidad que defendemos, el discipulado que perseguimos, los pueblos a los que servimos y las tecnologías que debemos administrar.

Todo esto nos lleva a una verdad: Dios está formando un pueblo, un pueblo santo de todas las tribus y lenguas, para proclamar y exhibir a Cristo juntos.

La Declaración de Seúl es más que un documento teológico. Es una confesión de fe, un llamado a la acción y una oración de esperanza. Nos invita a tomar en serio nuestro momento en la historia y a vivir vidas dignas del evangelio, dondequiera que estemos, sea cual sea nuestro llamado.

Usted es parte de esta historia. Ya sea pastor, estudiante, padre, madre, artista, agricultor o ingeniero, si pertenece a Cristo, es parte de su pueblo mundial. A través del evangelio, no solo somos salvos, sino que somos enviados a amar a nuestros prójimos, proclamar a Cristo, edificar la iglesia y buscar la gloria de Dios en todas las esferas de la vida.

Ahora, al regresar a su lugar de servicio —su hogar, iglesia, lugar de trabajo o comunidad— vaya con un propósito renovado. Que lo que ha leído se asiente profundamente en usted. Permita que lo que ha orado moldee sus pasos.

Que este recorrido lo lleve a una vida en la que proclamemos y exhibamos a Cristo juntos.