"Aprendiendo a Nadar: De la mano de Dios "Muestra

Día 1 El miedo a lo profundo

Recuerdo cuando decidí aprender a nadar al llegar, me dijeron que debía lanzarme a nadar en la fosa de clavados. Sentía que el miedo me invadía: el agua se veía demasiado profunda, y mi mente me repetía que no iba a poder. Muchas veces, en nuestra vida espiritual, enfrentamos “fosas de clavados”: problemas, decisiones, cambios o circunstancias que parecen mucho más grandes que nuestra capacidad. El temor nos susurra que mejor retrocedamos, que no lo intentemos, que podemos fracasar.

Pero en medio de esos momentos, Dios nos da una promesa clara: no estamos solos. Él está allí, con su mano extendida, recordándonos que podemos enfrentarnos a lo desconocido porque su presencia nos sostiene. El miedo es real, pero la presencia de Dios también lo es.

Aplicación personal:

Haz una lista de las “fosas” que enfrentas en este tiempo. Entrégaselas a Dios en oración y repite en voz alta: “No estoy solo, Dios está conmigo.” Esto será un recordatorio que Dios nunca nos deja solos.

Oración:

Señor, cuando el miedo me paraliza, recuérdame que no estoy solo. Enséñame a confiar en que tu mano me sostiene incluso en lo más profundo. Amén.