IdentidadMuestra

Muchas personas piensan que lo más importante es el comportamiento. De hecho, muchos se definen a sí mismos a través de lo que hacen. Sin embargo, Dios quiere ir mucho más profundo que eso.

En la historia que estamos estudiando, quiero mostrarte varios aspectos sorprendentes:

Primero: el que estaba buscando (Zaqueo), en realidad fue encontrado. Algo que nos cuesta creer es que Jesús nos busca antes de que nosotros lo busquemos a Él. La verdad es que Él te escogió mucho antes de que tú lo escogieras a Él (Efesios 1:4-5)

Segundo: ¿qué hace un recaudador de impuestos subido en un árbol? Para hacerlo más cercano, imagina que en un evento público aparece un sicario conocido parado en la tarima. La pregunta sería: ¿qué hace él allí? Así mismo, que Zaqueo —odiado por la sociedad— se atreviera a trepar a un árbol demuestra cuán fuerte era su deseo de ver a Jesús.

Tercero: Jesús conocía su nombre. Llegó al árbol y le dijo: “Zaqueo, bájate”. Y añadió: “Necesito ir a tu casa”. En otras palabras, un “desconocido” se autoinvitó. Pero lo que Jesús quería era mostrarle a Zaqueo que lo conocía de verdad, que no era como aquellos religiosos que solo se quedaban en lo superficial (Lucas 19:5)

La mayoría de nosotros ocultamos quiénes somos detrás de máscaras. Pero si quieres conocer verdaderamente a alguien, ve a su casa. Allí se revela su verdadera identidad. Por eso Zaqueo quedó asombrado de que Jesús lo amara aún conociendo quién era en realidad, y no al impostor que él mismo pretendía mostrar.

El cuarto aspecto sorprendente es el cambio radical en la vida de Zaqueo. Pasó de ser un estafador a un hombre generoso. Según la ley en Levítico, si alguien robaba, debía devolver cuatro veces lo que había tomado. Por eso Zaqueo declara: “ —Señor, daré la mitad de mi riqueza a los pobres y, si estafé a alguien con sus impuestos, le devolveré cuatro veces más.” (Lucas 19:8). Es un cambio verdaderamente extraordinario.

La salvación siempre transforma en aquello donde más confiamos. Zaqueo antes ponía su seguridad en las riquezas, pero ahora iba a ponerla en Jesús: en Su amor y en Su suficiencia.

La Palabra lo confirma en Romanos 2:4: “¿No te das cuenta de lo bondadoso, tolerante y paciente que es Dios contigo? ¿Acaso eso no significa nada para ti? ¿No ves que la bondad de Dios es para guiarte a que te arrepientas y abandones tu pecado?” (NTV).

Es la bondad de Cristo —no el juicio— lo que nos lleva al arrepentimiento.

Por Felipe Webb y el Equipo de TopCristianos

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