¿De dónde viene la ansiedad?

Yo creo que una de las cosas más difíciles para nosotros es confiar completamente en el cuidado de Dios, porque tendemos a juzgar a Dios por las malas experiencias que hemos vivido. Yo sé que esto suena súper fuerte, pero más fuerte es ser confortado con esta verdad.

Un día, mientras caminaba, comencé a cuestionarle a Dios su cuidado sobre mi vida. Estábamos pasando unos meses muy difíciles, los cuales me hacían sentir preocupada, estresada y sin lograr sentir paz en medio de toda esa prueba. Nuestro único ingreso familiar estaba en riesgo, mi hijo estaba pasando por situaciones en la escuela que revelaban que él es autista, nuestro vehículo estaba constantemente dañado afectando nuestra economía, y sentía la impotencia de no poder irme a trabajar porque la salud de mi esposo, luego de sobrepasar dos derrames cerebrales, requería que yo cuidara de él. En adición, tenía que operarme porque la situación de mi endometriosis estaba fuera de control.

Luego de yo desahogarme completamente, fue el momento de escuchar la voz de Dios. Dios solamente me dijo: “Me estás juzgando de la misma forma que has juzgado a todos los que te han fallado; por eso te cuesta confiar en mí. Aunque te cueste confiar en mí, yo te voy a seguir cuidando y vas a ver lo que yo voy a hacer”.

Fui tan confrontada que lo único que pude hacer fue pedirle perdón a Dios. De pronto comencé a ver los rostros de las personas que yo sentía que me habían fallado y, uno a uno, comencé a perdonarlos. Entre lágrimas, mientras le pedía perdón a Dios, sentí cómo Él me abrazaba y me consolaba. Los siguientes meses vi la mano de un Padre que cuida completamente de Sus hijos. Pero antes de responder a mis necesidades, Dios primero quería sanar mi corazón del abandono. El abandono en mi vida era como abono a mi ansiedad.

A veces no nos damos cuenta de que, aun lo que no hemos sanado, alimenta nuestra ansiedad. Cuando aún no hemos podido perdonar a aquellos que no cumplieron con nuestras expectativas o que no pudieron darnos el amor, el cuidado y la protección que necesitábamos, juzgamos a Dios por aquellos que nos fallaron. Se nos hace difícil confiar en lo que Dios nos ha prometido. Cuando Dios nos dice que cuida de nosotros y que tenemos más valor que las aves, dudamos de Sus palabras porque pensamos que, si alguien nos ha fallado en el pasado, Dios hará lo mismo con nosotros.

¿Cuál es la verdad? Dios no tiene variación en su pensar. Dios no es un hombre para mentir. Si Él dice “echa sobre mí tu ansiedad”, es porque Él tiene la capacidad de cargarla por ti para que tú tengas paz. Yo he pasado por ataques de ansiedad y sé que no es fácil, porque uno lucha con la mentalidad religiosa que te dice que sentir ansiedad es pecado. ¿Cuál es la buena noticia? Jesús no te juzga por tu ansiedad, Él te da una solución: abandónate en Sus brazos y deja que Él te cargue.

Cada vez que llegue la preocupación, recuerda tomar la acción de entregársela a Él. Es una decisión diaria soltar nuestras preocupaciones en las manos de Dios. Lo puedo comparar con el ejercicio físico: al principio no puedes hacerlo correctamente, hasta que tu músculo crea memoria. De igual forma pasa con la ansiedad: no se supera de un día para otro. Tomará tiempo ejercitar tu mente, reemplazar la desconfianza por la confianza. Pero va a llegar un día en que vas a ver la ansiedad de lejos y ella no podrá tomar más control sobre ti.

Hoy es un buen día para preguntarle a Dios cuál es la raíz de tu ansiedad, de dónde proviene, para que puedas sanar, perdonar y ser libre por completo.